domingo, 18 de noviembre de 2007

Leyenda


Un niño entra en una cantina. Música, humo, llantos, risas… todo se mezcla con el olor del tequila. Sus pies tocan el piso y avanzan hacia el interior mientras provoca sonidos al despegar la suela del zapato del pegajoso suelo. Avanza esquivando codazos y recibiendo baños de alcohol que caen de los vasos de aquellos que ríen, lloran y brindan. Por fin lo ve. En la barra puede verse a un hombre dormir. Tiene una mano entre la barra y su frente; la otra sostiene con firmeza su última copa. Ya ha perdido todo el dinero que le quedaba. Se acerca a él el niño y lo toma suavemente del brazo. El hombre despierta, mira al niño, lanza una mirada a su alrededor hasta que ésta termina fija en la copa que aun queda en su mano. La bebe de un sorbo y emprende el camino a casa apoyado en el hombro de su muchacho. No es de noche, no es de día, no hay forma de saber la hora. Sólo las sombras en las calles, sólo las cansadas luces de los faroles. La distancia entre la pareja y la cantina crece a la vez que el silencio. Ni un ruido, sólo los torpes pasos del hombre por el camino empedrado le indican al niño que no se ha quedado sordo. Se detienen. El pequeño niño ya está acostumbrado a su tarea, así que no le sorprende que su padre quiera tomarse un momento para respirar, descansar, vomitar, o cualquier otra cosa. Pero esta vez es distinto. La mirada del hombre no está perdida. Mira fijamente la oscuridad al fondo de un callejón. “¿Crees en fantasmas?”, el niño no se preocupa por entender la pregunta, siempre tiene en su mente la frase de su abuela “a palabras de borracho, oídos de cantinero”, así es que contesta con un rotundo e indiferente: ¡No! ¡Ya vámonos! Pero el padre no avanza, tiene la mirada fija en la oscuridad del callejón. “Ayer vi a una mujer ahí dentro… arrastraba a un niño. Ya la han visto por esta parte del pueblo…” ¡Vámonos! El niño no tiene miedo, quiere llegar a su casa a dormir. Él ya ha visto al niño y le han contado sobre la mujer que lo arrastra. Pero cómo pensar en fantasmas si él lleva a uno del brazo. Nadie espera al niño y al padre en casa. La madre ha muerto. Nadie en el pueblo se interesa por ellos. Con la soledad brotándole del corazón, el niño espera que algún día la leyenda del pueblo no sea la de la señora que arrastra a un niño, sino la del niño que arrastra a su padre borracho por las calles, entre sombras y a la luz de los faroles. La leyenda de un hombre sin sombrero y un niño sin vida. Sabe que es la única forma en que le está permitido desear la muerte.

2 comentarios:

Lidia dijo...

y qué cuenta la leyendade la mujer que arrastra al niño, siento que te falta decir eso.

jf.yedraAaviña dijo...

también siento que le falta algo,, pero la leyenda de la mujer no es algo importante... en todo caso extendería las palabras,, pero no agregaría ninguna idea o evento...

Saludos Lidita!