sábado, 26 de julio de 2008

Ejercicio #1 (Lindo)

Piérdete en las sombras matinales
de una vida en epojé reencontrada.
Da la vuelta a la piedad arrastrada
y en el monte de Sísifo arrojada.

Muestra la falta de esfuerzo
que en la boca del río has transpirado,
deja que se burle de ti el reflejo,
en el escudo del vencido, aprisionado.

Piérdete en sensualidad adormecida
tomando la vida por la ausente lejanía,
rodando al hogar has de encontrarte tendida
en río de seda y nacientes pesadillas.

Y si un Manto sobre Piedra te desvía
que no sea éste el fin de tu partida.
ya se posará el ocaso entre seda y lejanía
y consumirá, tantos montes como Mantos, en la epojé de tus días.


(Siendo sincero debo decir, que este tipo de escritos no me gustan. Me son en especial molestas las referencias semisimuladas tanto a poesía como a mitología. Pero hoy así se me antojó escribir. ¿Por qué “ejercicio”? porque eso es, no es más que un ejercicio, de memoria y de escritura de ideas que se van perdiendo a lo largo del día. Tal vez sea mejor que se pierdan, pero es bueno de vez en cuando el ejercicio.)

viernes, 11 de julio de 2008


Que si sólo es tiempo lo que escurre por los vacíos del mundo, que si sólo luces lo que a ratos ilumina los rincones dentro de nuestros cráneos. Es difícil entender lo que ocurre en las afueras del hogar, las afueras del pensar. A ratos podemos demorarnos en un pequeño detalle, en un pequeño rincón oscuro de aquella exterioridad. De-morarnos, encontrar una morada en lo que nos parece ajeno. (Qué falta de palabras le provoca a uno pensar demasiado las cosas. ¿Dónde quedaría lo bello de aquellas pequeñas moradas infieles si todo lo pusiéramos en palabras adecuadas?) Ahora sólo puedo pensar en la violencia ejercida contra la pobre palabra ‘demorar’. Tantas limitantes suponen las palabras adecuadas.

Soñé ayer con visitas imposibles, con rostros distantes entre sí. Conocidos míos conviviendo con sus desconocidos conocidos míos. Me perdí reflexionando sobre las causas que llevaban a esos personajes a estar juntos. En fin, desperdicié la oportunidad de hablar con los que estando despierto no puedo hablar. Perdí la oportunidad de escuchar las voces de aquellos a quienes despierto no puedo escuchar. Y así, sin más, desperté con una versión más precisa de uno de los capítulos para mi tesis. Me levanté, serían las 5 de la mañana, escribí lo que pude e intenté dormir, regresar a la fiesta que en mis sueños estaba, pero ya no pude regresar. Ya sólo pude soñar con los temas de la dichosa tesis. Me sentía como Homero cuando tiene problemas de dinero y sueña que inventa algo, un objeto que lo hará rico. En su sueño, su invento no puede ser visto por él y cuando por fin lo verá despierta confesando sus problemas financieros. Lo terrible de sentirme así es que yo podía recordar claramente lo que en mis sueños sería el invento, el tema de mi tesis. Qué sueño más alejado de lo que debe ser un sueño.

Los sueños deben servir para otras cosas. No deben ser extensiones de lo que se hace despierto. Y así estoy últimamente, no puedo hablar de otra cosa que no sea filosofía. Que si Wittgenstein esto, que si Heidegger aquello, que si Hegel ahora parece gustarme, o por lo menos influir mis ideas, que si se equivocó el doctor Leyva en su interpretación del parágrafo 18 de Ser y Tiempo al compararlo con la filosofía analítica, que si “La figura” aparece en cada conversación. Que si todas estas cosas y muchas más.
Puedo pasar horas hablando apasionadamente de estos temas, saltando de uno a otro y creando puentes (que a veces siento ilusorios) entre ellos. Pero al final siempre termino con un vacío profundo e indeterminado.
Algo falta, algo en las pláticas no basta. Siento que me borro al recorrer estos temas. Hay una vida que sólo están viviendo las ideas y no yo. Y sí, me siento al borde de un punto de desvanecimiento.

Incluso ahora no me encuentro en las palabras. Hay algo en mí en lo que no me he podido demorar, de-morar. Hay un pequeño Yedra extranjero en mi que no encuentro, que tal vez no exista.

domingo, 6 de julio de 2008

Tormenta


Pide el monje que regrese la tormenta

Pide el monje que regrese la tormenta
Pide que le sea devuelta la calma ensordecedora
Los ruidos que se funden con el fluir del mundo
Pide el monje que se apague su sentir.

Pide el monje que regrese la tormenta
Que en el cielo la luz pierda su constancia
Que el rayo borre el andar de las luciérnagas
Que la naturaleza se consuma en un destello.

Pide el monje que regrese la tormenta
Pide la tormenta al monje que aguarde su muerte con paciencia.

-Kizuta Kizuna-