martes, 3 de noviembre de 2009

(...)


Extraño que me conozcan por un número.
Extraño es que me conozcan por las bebidas que pido. Extraño el salir por las mañanas y regresar por las noches sin haber escuchado una voz familiar. Extraño es más aun que en pleno otoño prefiera escuchar los sonidos del tiempo de verano. He podido, y lo he hecho con gusto, acostumbrarme al sabor del agua mineral. Al calor del Scotch cuando salgo de algún bar, de algún lugar que me haya llamado de regreso al hotel.
Extraño es lo que debería ser familiar. Hay algo en los lugares… ese algo que no he podido aprender a conocer. Tan sólo el río puede serme familiar… siendo ello lo que con más extrañeza debería aparecerme. Tal vez sean los vagabundos que rondan por los puentes, tal vez los patos, tal vez tan sólo el perder la conciencia del lugar al mirar el tranquilo movimiento del agua. Los lugares de los que vendrá el agua no me interesan, los botes que veo pasar… menos me interesan. Ellos son sombras extrañas en ese lugar tan propio.
Día a día veo cómo el dinero se va… poca importancia le doy a ese dinero. No me lo he ganado ni lo he perdido. No me canso del Jazz ni de Mozart en los cafés. No me canso del frío… aunque últimamente la lluvia espanta un poco mis paseos.
El mundo está de cabeza. La gente camina por los muros. No hay un punto fijo del cual enganchar la mirada. Vértigo es, pues, lo que mis paseos provocan. Los cigarros se terminan más rápido que el dinero. Y ellos sí me preocupan. El aire frío saliendo por mi boca no es el mejor compañero para el frío matutino, ni para el nocturno. Más dinero, más cigarros y menos Scotch… eso es lo que falta para que el vértigo termine.

domingo, 1 de noviembre de 2009

jueves, 29 de octubre de 2009

nop...


No lo he sentido. Mis pasos cansados pisando tal vez las mismas piedras, tal vez cruzando los mismos puentes que Goethe. No lo he sentido. La vida en Alemania como un sueño, largamente esperado, cumplido. No lo he sentido. Esas palabras que en los libros despiertan tantas ideas, tantos sentimientos y toda una vida distinta a la mía, deberían ahora zumbar en mis oídos con más vida que en los libros. No he encontrado la Alemania que esperaba. Todo es bello. En cada vuelta del camino se encuentran viejos edificios, iglesias, jardines, con toda la majestuosidad que se podría pedir. Pero ahí están. No me han hablado. Cada estatua que encuentro se niega a devolverme la sonrisa, o ni siquiera la mirada. Tal vez no estoy haciendo las preguntas adecuadas, y no me refiero a aquellas que hago para llegar a una calle o lugar. Esas, aunque mal planteadas, me han sido respondidas siempre con amabilidad y una sonrisa. Pero la ciudad no habla. La ciudad es fría y sin movimiento. Ahí está, y la gente la recorre de arriba a abajo, de un lado a otro como hormigas sobre una enorme piedra. Enormes rascacielos. Tantos y tantos. Tan altos. Todo es grande aquí. Menos mi baño.
Tal vez me equivoqué. Creí que estando aquí se me ocurriría qué preguntarle a la ciudad. Pero no he encontrado qué. La he recorrido, casi por completo, de arriba abajo, como hormiga roja en hormiguero negro.
Me quedo pues esperando encontrar la pregunta adecuada. Aquella que por un momento sentí tener en la punta de los labios caminando a la orilla del Main. El río, la única parte de la ciudad que realmente parece viva, paradójicamente el lugar más vacío de gente. Tal vez sólo me hace falta tomar más cerveza para sentir la vida de la ciudad en las venas, en las entrañas que deben ser la casa de la cerveza. Tal vez…

domingo, 25 de octubre de 2009

martes, 29 de septiembre de 2009

How if...

How can I let yourself forgive
the absences of my love words?
May I how your wet cracks
Into eyes form back?

I’ve offered you the words of a man
Who has always been silent
But also those deep silences
that in words can only do harm.

How could my mirror stand
Without me, lovingly,
Holding you from the back in it?
Those silences like absences
seen from outside.

No absence in my silence
Just a pause in the road
I only want to walk with you.

That silence i got you in
Meaning only a kind of
‘How if not’:

how if not I loving you were?
How if not your floating laugh
Would make myself crawl into joy?

How if eyes would grow back again
Into those holes?

viernes, 14 de agosto de 2009

few words of silence

let my voice be the whisper of the shadow in your dreams
the useless word may recite properly your name
i am finding my self in the corner of a silent letter of yours
i have seen many pieces of your broken look
from the holes of those letters in those letters of yours

i have seen the rain melting with the sea
and the sea melting with the cracks of broken eyes
just water in those cracks, nothing else in between
not even the figure of your voice

i have been living in the spaces left between your words
trying to heal the absences , those spoken words

sábado, 13 de junio de 2009

martes, 9 de junio de 2009

Ayer las ramas



A través de las ramas asoma en blanca lejanía
de la locura tímida mirada.
Desnudas las ramas ondean seductoras.
Mano a mano, rostro en marco.
En susurros despiertan viejos sueños,

truenos del susurro del canto del rocío
-siempre silvando su sombra en el silencio
sabe del cielo tan sólo por las ramas.
Tiemblan mis huesos y asoma el cielo
entre las ramas guiña el tiempo ennegrecido

tiempo negro en blanco cielo
gritos pausados con calladas lejanías.
Voces del olvido se desprenden con la voz
de la luz; en bajo amarillo
incendian el piso a mis espaldas.
Sin conmover las gotas del rocío.

martes, 26 de mayo de 2009

Presencias

Voces que a un tiempo se presentan al vacío
cuando los amantes sus carencias han cesado,
brilla el último gemido con la luz ventanal en el olvido...
en el olvido...
y en el olvido mismo desvanece.

Voces mismas que acompañan las sombras del descuido,
de caricias pasadas que en la piel aún asoman
y con la noche se pierden, con la noche se olvidan...
se olvidan...
y se olvidan también sus voces.

Soledad / Guy de Maupassant

Habíamos comido juntos varios amigos de buen humor, alegres y contentos. Uno de ellos, el más viejo de todos nosotros, me dijo:

-¿Quieres que subamos a pie la avenida de los Campos Eliseos?

Y salimos juntos siguiendo a paso lento el largo y ancho paseo bajo los árboles casi desprovistos de hojas. No se oía otro ruido sino ese rumor confuso y continuo que se escucha en. París a todas horas. Un vientecillo fresco nos azotaba el rostro, y allá arriba el cielo oscuro, negro, cubierto de estrellas, parecía sembrado de un polvo de oro. Mi compañero me dijo:

-No sé por qué respiro aquí de noche mejor que en ninguna otra parte. Me parece que mi pensamiento se ensancha. Hay momentos en que siento esa especie de luz en el entendimiento que hace creer, durante un segundo, que se va a descubrir el divino secreto de las cosas. Pero pasado ese instante la luz se extingue... la ventana se cierra y ¡se acabó!

De cuando en cuando veíamos deslizarse dos sombras a lo largo de los árboles, o pasábamos por delante de un banco donde estaban dos seres sentados uno junto a otro, y cuyas negras siluetas se confundían en una sola. Mi amigo murmuró:

-¡Pobre gente! No es repugnancia el sentimiento que me inspiran, sino el de una inmensa piedad. Entre todos los misterios de la vida humana hay uno que yo he penetrado: el grande, el cruel tormento de nuestra existencia, proviene de que estamos eternamente solos, y todos nuestros esfuerzos, todos nuestros actos no tienden sino a huir esa soledad en que vivimos. Esos enamorados al aire libre que acabamos de ver sentados en esos bancos tratan, como nosotros, como todas las criaturas, de hacer cesar ese aislamiento, aunque sólo sea durante un minuto: pero permanecen y permanecerán siempre solos, y nosotros también. Unos se aperciben más que otros de esa verdad; pero todos la comprenden. ¡Desde hace algún tiempo sufro yo el abominable suplicio de "haber comprendido", de haber descubierto la espantosa soledad en que vivo, y sé que nada, ¿entiendes?, nada puede hacerla cesar! ¡Sea lo que sea que intentemos o hagamos, cualesquiera que sean los impulsos de nuestro corazón, el grito de nuestros labios, el abrazo de nuestros cuerpos, estamos siempre, siempre solos! Yo te he arrastrado esta noche a este paseo para no volver tan temprano a mi casa, porque sufro horriblemente de la soledad que allí me rodea. Sí, te he arrastrado conmigo por eso; ¿y de qué me sirve? Yo te estoy hablando, tú me escuchas y estamos uno al lado del otro, pero solos. ¿Me entiendes? "Bienaventurados los pobre de espíritu", dice la Escritura. ¡Ellos tienen la ilusión de la felicidad; no sienten nuestra solitaria miseria, no. Vagan como yo, por la vida, sin otro contacto que el de los codos, sin otra alegría que la egoísta satisfacción de comprender, de ver, de adivinar y de experimentar sin tregua ni reposo esa eterna sensación de aislamiento!

"Me encuentras algo loco, ¿verdad? Escúchame. Desde que he sentido la soledad de mi ser, me parece que voy hundiéndome cada día más en un sombrío subterráneo cuya salida no veo, cuyo fin no conozco y que no tiene fondo quizá. Y allá voy, sin nadie a mi alrededor, sin ningún ser viviente que me acompañe en ese tenebroso viaje. Ese subterráneo es la vida. A veces oigo ruidos, voces, gritos... marcho a tientas hasta esos rumores confusos, pero jamás logro saber de dónde parten; no encuentro jamás a nadie, ni tropieza la mía con otra mano en esa oscuridad que me rodea. ¿Me comprendes? Hombres hay que han adivinado este atroz sufrimiento. Musset ha dicho:

¿Quién viene? ¿Quién me llama? Nadie...
Estoy solo; es el reloj que suena...
¡Oh, soledad! ¡Oh, miseria!

"Pero en él no era sino una duda pasajera lo que en mí es una definitiva certidumbre. Musset era poeta; poblaba la vida de fantasmas, de sueños, de ilusiones. No estaba, pues, verdaderamente solo. ¡Yo... sí lo estoy! Gustave Flaubert, uno de los hombres más desgraciados de este mundo, por lo mismo que era uno de los más lúcidos, escribía a una amiga suya esta frase desesperante: 'Todos vivimos en un desierto. Nadie comprende a nadie.'

"No, nadie comprende a nadie, piensen lo que piensen, digan lo que digan, intenten lo que intenten. La tierra ¿sabe lo que pasa en esas estrellas que miramos, arrojadas como granos de fuego a través del espacio, tan lejanas de nosotros que apenas percibimos la claridad de algunas, mientras las demás, las que no vemos, innumerables y perdidas allá en lo infinito están tan próximas unas de otras que forman tal vez un todo, como las moléculas de un cuerpo? Pues bien, el hombre no sabe lo que pasa en otro cualquiera de sus semejantes. Estamos más lejos unos de otros que esos astros, sobre todo más aislados, porque el pensamiento es insondable.

"¿Tienes tú idea de algo más horroroso que ese constante rozamiento con los seres en cuyo pensamiento no podemos penetrar, a quienes no comprendemos? Nos amamos los unos a los otros como si estuviéramos encadenados, cerca muy cerca, con los brazos tendidos unos hacia otros, sin conseguir alcanzarnos con la punta de los dedos. ¡Nos sentimos dominados por una torturante necesidad de unión; pero todos nuestros esfuerzos permanecen estériles, nuestros abandonos inútiles, nuestras confidencias infructuosas, nuestros abrazos impotentes, nuestras caricias vanas. Cuando querernos entremezclarnos, nuestros impulsos no logran sino apartarnos más y más a los unos y a los otros!

"Yo no me siento nunca más solo que cuando abro mi corazón a un amigo, porque entonces comprendo y aprecio mejor el infranqueable obstáculo. Ese hombre, ese amigo está ahí, enfrente de mí; ¡veo sus ojos claros fijos en los míos! pero su alma... ¡ah! su alma que se oculta tras de sus ojos... ¡no la conozco, no la veo! Mi amigo me escucha. ¿Que piensa? Sí; ¿en qué está pensando? ¿Tú no comprendes este tormento?... ¿Me odia quizá, o me desprecia, o se burla de mí? Mientras yo hablo él reflexiona en lo que le estoy diciendo y me juzga y me condena, estimándome tonto o vulgar. ¿Cómo saber lo que piensa? ¿Cómo saber si me aprecia, si me quiere como yo lo quiero... y lo que se agita en esa cabeza redonda? ¡Oh! ¡Qué misterio tan profundo es el pensamiento desconocido de un ser, el pensamiento oculto y libre, que no podemos conocer, que no podemos conducir, ni dominar, ni vender!

"Yo mismo he deseado ardientemente entregarme todo entero, abrir por completo las puertas de mi alma, y no lo he conseguido porque guardo allá en el fondo, muy en el fondo, ese lugar secreto del yo donde nadie penetra, que nadie puede descubrir porque nadie se me parece, porque nadie comprende a nadie. Tú mismo, di, ¿me comprendes en este momento? No; tú me crees loco, ¡me examinas con desconfianza y te pones en guardia contra mí! Y te preguntas: "¿Qué tendrá ese hombre esta noche?" Pero si tú llegaras un día a palpar, si adivinaras este horrible y sutil sufrimiento, ven y dime tan solo estas palabras: ¡Te he comprendido!, y me harás feliz, durante un segundo, quizá.

"Son las mujeres quienes me hacen percibir aún más mi soledad. ¡Ah! ¡Miseria, miseria! ¡Cuánto he sufrido por ellas, puesto que ellas me han dado más frecuentemente que los hombres la ilusión de no estar solo! Cuando se entra en el Amor parece que se ensancha el alma. Se siente uno invadido por una idea sobrenatural! ¿Y sabes por qué? ¿Sabes de dónde procede esa sensación de inmensa felicidad? Únicamente porque uno se imagina que no está solo. El aislamiento, el abandono del ser humano parece que cesa... ¡Qué horror! ¡Más atormentada aún que nosotros por esa eterna necesidad del amor que roe nuestro solitario corazón, la mujer es la gran mentira de la ilusión. Tú conoces muy bien esas deliciosas horas pasadas frente a ese ser de largos cabellos, de rasgos encantadores, y cuya mirada nos enloquece. ¡Qué delirio extravía nuestro espíritu! ¡Qué ilusión nos embarga los sentidos! ¡Parece que vamos a confundirnos con ellos, a no formar sino un todo, dentro de un instante! Pero ese instante no llega nunca, y después de semanas y meses de espera, de ilusiones y de alegrías engañosas, un día se encuentra uno bruscamente solo, más solo de lo que se había estado hasta entonces. Después de cada beso, después de cada abrazo, el aislamiento aumenta. ¡Y qué aflictivo es y qué espantoso!

"Otro poeta, Sully Prudhomme, ha escrito:

Y pasadas esas caricias, esos transportes... ¡adiós! se acabó.

"¡Apenas si se reconoce a esa mujer que ha sido todo para nosotros durante un momento de la vida y de la que, sin duda, jamás hemos conocido el pensamiento interno y banal! En esas mismas horas en que parece que, por virtud de un misterioso acuerdo de dos seres, un absoluto compenetramiento de deseos y de aspiraciones ha logrado descender hasta lo más profundo de su alma... una palabra, un gesto a veces nos revela nuestro error, mostrándonos como un relámpago en la noche el negro abismo que a ambos nos separa.

"Y sin embargo, no hay en el mundo nada mejor que pasar una noche al lado de una mujer querida, sin hablar, casi completamente dichoso por la sola sensación de su presencia. No pidamos más, porque jamás se mezclan enteramente dos seres. En cuanto a mí, ya tengo el alma cerrada. No digo a nadie lo que pienso, lo que creo, lo que amo. Sabiendo que estoy condenado a horrible soledad, miro las cosas sin jamás emitir mi parecer sobre ellas. ¡Qué me importan las opiniones, las querellas los placeres, las creencias! No pudiendo compartir nada con nadie, he llegado a desinteresarme de todo. Mi pensamiento invisible permanece inexplorado. Tengo frases frívolas para responder a los interrogatorios de cada día y una sonrisa que dice "sí" cuando no quiero tomarme la molestia de hablar. ¿Me comprendes?"

Habíamos subido la larga avenida hasta el arco del triunfo de la Estrella , y descendido luego hasta la plaza de Concordia, porque mi amigo había enunciado todo aquello lentamente, añadiendo aún otras muchas cosas de las que ya no me acuerdo.

Se detuvo y, bruscamente, levantando su brazo hacia el obelisco de granito que se alzaba en medio de la plaza, perdiéndose en la oscuridad de la noche su largo perfil egipcio, monumento desterrado que lleva en su flanco escrita con extraños y misteriosos signos la historia de su país, mi amigo exclamó:

-Ahí tienes; todos nosotros somos como esa piedra...

Y se alejó de mí sin pronunciar una palabra.

¿Estaba borracho? ¿Estaba loco? ¿O estaba tal vez demasiado cuerdo?... No lo sé...

A veces me parece que tiene razón. Otras pienso que había perdido el juicio.

martes, 31 de marzo de 2009

lluvia sobre arena

llanto espeso fluye en nuestros cuerpos pesados
son ya los miembros por los que corre agua en arena
sobre la piel las raíces hinchadas asoman sin vida
la vida espesa abandona los cuerpos
lenta
repta
rasgando cavidades colores dormidos
en la superficie llanto espeso
se posa en la mente se posa en los sueños

huesos triturados el trayecto de la sangre usurpando
avanza lento llanto espeso avanza
hacia el comienzo de todo hacia los labios
hace temblar llanto espeso los hace temblar
nos hace desear expulsarlo por los ojos
pero es muy espeso el llanto espeso
hasta contener el avance de los ojos se aprieta
la mirada
se espesa la sangre
la mirada pesa

sábado, 21 de marzo de 2009

Se van a nombrar las cosas

Voy a nombrar las cosas

Voy a nombrar las cosas, los sonoros
altos que ven el festejar del viento,
los portales profundos, las mamparas
cerradas a la sombra y al silencio.

Y el interior sagrado, la penumbra
que surcan los oficios polvorientos,
la madera del hombre, la nocturna
madera de mi cuerpo cuando duermo.

Y la pobreza del lugar, y el polvo
en que testaron las huellas de mi padre,
sitios de piedra decidida y limpia,
despojados de sombra, siempre iguales.

Sin olvidar la compasión del fuego
en la intemperie del solar distante
ni el sacramento gozoso de la lluvia
en el humilde cáliz de mi parque.

Ni el estupendo muro, mediodía,
terso y añil e interminable.

Con la mirada inmóvil del verano
mi cariño sabrá de las veredas
por donde huyen los ávidos domingos
y regresan, ya lunes, cabizbajos.

Y nombraré las cosas, tan despacio
que cuando pierda el Paraíso de mi calle
y mis olvidos me la vuelvan sueño,
pueda llamarla de pronto con el alba.

-Eliseo Diego-

El poema de Eliseo Diego se mueve en tres distintos niveles, correspondiendo las tres primeras estrofas al primero, las tres siguientes al segundo, para terminar con la última estrofa del poema como conclusión y sentido de los anteriores niveles. En el primer nivel, lo que se trae a presencia es la individualidad de la voz poética. Dicha voz avanza desde el nivel más inmediato, que corresponde a su relación con el mundo, pasando después por su interioridad inmediata, para después presentar una especie de auto-conformación de la conciencia de la voz poética misma.
El nombrar las cosas, en el primer nivel, claramente alude a los sentidos, siendo ‘los sonoros /altos que ven el festejar del viento’ los oídos en un ambiente despejado, ambiente con el que se involucrará más adelante la voz poética. A su vez, ‘los portales profundos, las mamparas cerradas a la sombra y al silencio’, hacen una clara alusión a la vista y, aunque no es propiamente un sentido, a la voz. La vista y la voz anuncian aquello que en el nombrar las cosas se encuentra fluyendo del mundo al individuo, entre la exterioridad y la interioridad, trazando de este modo una escisión entre el sentido del mundo y el sentido del individuo. De tal suerte que, en la primera estrofa del poema, el nombrar las cosas se presenta como un enfrentamiento, aunque no en un sentido de violencia o lucha, entre lo externo y lo interno, entre el mundo y el individuo. Así, al hablarnos en la segunda estrofa de el interior sagrado, la penumbra que surcan los oficios polvorientos, no nos debe llevar a pensar en un mundo independiente del individuo, en este caso, independiente de la voz poética, sino en ese mundo que es la propia interioridad. El carácter sagrado de la interioridad contrasta con la penumbra, pero no de un modo completamente ininteligible, ya que tenemos oficios que surcan esa penumbra. Aquí, lo que se puede percibir es una interioridad que no puede dejar de fluctuar entre lo externo y ella misma; es esta penumbra el lugar en el que se mueve el actuar de la voz poética. Sin embargo, este actuar no es el propio u originario del individuo, ya que el que sea polvoriento indica una especie de impureza. Por otra parte, en esa misma estrofa, se nos muestra otro elemento de la interioridad, ‘la madera del hombre, la nocturna madera de mi cuerpo cuando duermo’. Aquí se nos sigue hablando de lo esencial del hombre, del individuo, de la voz poética. La madera es aquello de lo que está hecho el hombre y, al hablarnos de la ‘nocturna madera’ de un cuerpo, no podemos evitar asociar esto al inconsciente o, por lo menos, a una conciencia que yace en un cuerpo, y que sólo se muestra para ella misma cuando el cuerpo duerme, es decir, cuando ‘las mamparas profundas’ realmente se encuentran “abiertas” ‘a la sombra y al silencio’. Resulta, pues, un nuevo nivel en el que no hay un enfrentamiento del ‘yo’ con el mundo, sino del ‘yo’ consigo mismo. Sin embargo, dicha interioridad no puede concebirse como independiente de aquello que la forjó, es decir, al margen de su propio proceso formativo; por eso, habla en la tercera estrofa de la interioridad en términos de un lugar en donde está presente ‘el polvo en que testaron las huellas de mi padre’. Esta remisión a un lugar en el que interviene directamente el tiempo pasado, como influido gravemente por una presencia capaz de imprimir en la interioridad (polvo) su propia voluntad, trae a presencia las ataduras inherentes a la voz poética, su anclaje al mundo y a su influencia. El mundo es ahora ‘sitios de piedra decidida y limpia, despojados de sombra, siempre iguales’. Pero éste es el mundo que ha determinado la conciencia del individuo, que ha formado esa interioridad, con lo cual se presenta ahora un enfrentamiento del ‘yo’ con la ‘conformación del ‘yo’’.
Hasta aquí llega lo que se nombrará. Es precisamente el mundo, el ‘yo’, y el ‘mundo-yo’ lo que pretende nombrar la voz poética, dejándonos en claro que no hay nada más que nombrar. Sin embargo, queda por ver de qué modo se nombrarán estas cosas. Para esto, tenemos la cuarta y quinta estrofas, en las que se muestra lo que ha de ser tomado en cuenta para poder nombrar las cosas. En primer lugar, se nos menciona la necesidad de la presencia de ‘la compasión del fuego en la intemperie del solar distante’. El fuego en la intemperie basta para resaltar el carácter insuficiente de esta presencia pues, ¿qué tanto puede alumbrar o calentar el fuego a la intemperie? Más aún cuando se trata de un fuego distante. Sin embargo, la palabra ‘solar’ puede traernos problemas, ya que su uso no es el mismo al que estamos habituados; bien puede tratarse de un espacio abierto consagrado a la edificación de algo, como también puede, como es usado regularmente en Cuba, hacer alusión a una casa de vecindad. En todo caso, se trata de una morada a la intemperie, donde el calor y el brillo o la luz parecen no ser suficientes. Sumado a esto, tenemos nuevamente una alusión a lo sagrado, cuando se afirma que es necesario, de igual forma, ‘el sacramento gozoso de la lluvia en el humilde cáliz de mi parque’. En estas dos estrofas está, pues, presente aquello que podíamos considerar propio de la voz poética; propio en el sentido de pertenencia, ya que es la morada el solar y el parque. Morada que no por sagrada deja de tener una remisión a lo insuficiente (el fuego distante a la intemperie) y al dolor (la lluvia en el cáliz como llanto por las penas.) Esto, por su parte, sigue siendo relativo a la relación mundo-yo, pero en seguida se nos menciona la abrumadora presencia del mundo frente a la penumbra de la interioridad, cuando se nos aclara la necesidad de tomar en cuenta, al nombrar las cosas, ‘tu estupendo muro, mediodía, terso y añil e interminable’. El mundo se presenta aquí como aquello inabarcable y estupendo, pero también como una barrera, como un muro. La sexta estrofa parece, a primera vista, no contener elementos que continúen con la descripción de las condiciones de posibilidad del nombrar las cosas: el modo. Por el contrario, parece insertar el devenir del ‘yo’ entre interioridad y exterioridad en el tiempo, al traer a presencia ‘la mirada inmóvil del verano’; pero en un tiempo que es cíclico, que no puede, aunque inmóvil, apresar lo sagrado, en éste caso el cariño, ya que éste tiene la posibilidad de conocer el fluir circular mismo del tiempo (los ávidos domingos), estando en el tiempo el deseo (ávidos) y en el tiempo mismo la decepción, la derrota (y regresan, ya lunes, cabizbajos). Esto recuerda el funcionamiento de la voluntad que se mueve por el deseo y en el deseo mismo encuentra el dolor (voluntad en el sentido del Wille schopenhaueriano).
Por último, la estrofa restante se presenta como conclusión de todo lo anterior. Presenta el sentido mismo del nombrar las cosas, lo presenta incluso ligado al tiempo al decir: ya nombraré las cosas, tan despacio. El nombrar las cosas se presenta, pues, como dilatado en el tiempo, y no puede ser de otra forma dado lo que ha mostrado con respecto a la relación entre interioridad y mundo. Sin embargo, no se trata de un tiempo estático, ya que se deja abierta la posibilidad de la pérdida de lo propio al decir: ‘cuando pierda el Paraíso de mi calle y mis olvidos me la vuelvan sueño’. Pero no es la pérdida lo único que se menciona en estas líneas. Por el contrario, se muestra que este olvido del mundo, en tanto que exterioridad y, a la vez, en tanto que morada de la interioridad, que trae a presencia el ambiente onírico propio de la interioridad, del ‘yo’ al margen del mundo, tiene su solución en el llamar de pronto con el alba. Es decir, que la escisión mundo-yo, sólo puede ser redimida mediante la invocación inherente al nombrar las cosas. Es en el terreno del lenguaje, es decir, en el de la voz que anuncia la unión inquebrantable, aunque sí olvidable, entre el mundo y el individuo, entre la exterioridad y la interioridad de un cuerpo, donde puede darse la recuperación de lo originario. El nombrar es decir, y en tanto que decir, es voz, y en tanto que voz, es lenguaje; con lo cual queda claro el sentido de las palabras de Heidegger en la Carta al humanismo “el lenguaje es la morada del ser” y la poesía el modo propio del lenguaje originario, por medio del cual el Habla habla (Die Sprache spricht). Prueba de esto es el poema de Eliseo Diego.

sábado, 21 de febrero de 2009

Seminario

Se invita a visitar el siguiente blog y a asistir al Semiario:

viernes, 20 de febrero de 2009

Möglichkeit


Puedo amanecer con la mente deshecha.
Puedo sentir en mis costados el peso torcido de mi cuerpo.
Conseguir que la luz se aparte unos minutos más,
y así seguir esperando que el silencio me abandone.

Podría hablar de las noches pasadas, decir:
Que un río de estaño empapó mis cortinas
mientras el frío nocturno bailaba con el viento,
y gotas de luz manchaban las faldas de mi horizonte.

Podría hablar del palpitar inflamante que adormecía mi pecho.
Podría vivir de nuevo con un manto de pies a cabeza.
Podría y pude, por las calles perderme, si de noche era.
Pero una presencia me invita a pensar que pude y no podría.

domingo, 18 de enero de 2009

El saludo


Y así siguió la noche, en todo momento calma. En todo momento la oscuridad parpadeante en las calles. Una luna rodeada por esbozos de lluvia. En el piso palpitaban las luces vivas sobre las piedras, como si las piedras mismas miraran el cielo conmovidas.
Frente a mí sólo se diluía el humo con la visión borrosa que provocaba el frío en mis ojos. Sin duda la seguía esperando, aunque me dijera a mí mismo que sabía que ya no llegaría. Cada movimiento entre las sombras, cada pequeño sonido proveniente del frío viento, cada palpitar mismo de mi propio corazón, hacía brotar en mi mente la espera de su saludo.
-Llegará, ella lo dijo.
La tarde ya era noche desde hacía tiempo; la humedad en el aire ya era ligeras gotas de lluvia desde hacía tiempo; la espera de su llegada ya era sólo la espera del desencanto desde hacía tiempo. Y, sin embargo, en mis oídos seguía sintiendo nacer su tan peculiar saludo.
Se escribe en pasado cuando se han consumido las posibilidades del evento, cuando su vida misma se sabe terminada. Todo comienzo en pasado es un monumento a lo que nace muerto. Y, sin embargo, ahí estaba, esperando con ansia el nacimiento.
Esa noche podría haber imaginado miles d encuentros, miles de lugares que seguirían a un solo saludo.
Su voz ya la había olvidado, pero no sus palabras. Siempre se repetía en sus saludos y despedidas. Siempre en su mirada repetía lo que yo había aprendido a encontrar en sus gritos y susurros; sabía ya que no escucharía el repetir de éstos y, sin embargo…
-Legará, ella lo dijo.
A cada momento me inquietaban más las miles de miradas que a mis pies, de mí se burlaban; mismas que a mi llegada eran más bien cómplices de mi… llegada.
Una música lejana rompía por momentos la soledad fría de mi espera. Tal vez una fiesta. Gente riendo, tal vez seria, tal vez sólo conviviendo. Pero ahí estaban, siendo cómplices de las piedras burlonas sin saberlo.
-Llegará, ella lo dijo.
Intenté cubrir los signos del frío que escapaban de mi boca, ayudados por la respiración y los suspiros, con un cigarro. El humo es más visible, pero no necesariamente signo del frío.
-Llegará, ella lo dijo.
La noche tronaba, tanto en luces como en sonidos. Podría decirse que ella se desmoronaba a cada instante, como si la fuerza del segundero escondido bajo mi manga tuviera la fuerza suficiente para, con su temblar, hacer temblar al mundo entero.
Cuando ella se demora es cuando ella se desmorona…
Miré el cielo, miré el reloj.
Es más fácil soportar la desventura cuando el temblar del mundo se debe sólo a las lágrimas en nuestros ojos; pero cuando el mundo es el que está cubierto por lágrimas, y nuestros ojos están secos…
-Llegará, ella lo dijo.
Me di cuenta de lo rápido que pasaba el tiempo sólo hasta que el sonido de mi colilla apagándose entre la humedad del piso alcanzó mis oídos. Era como si en su desesperación, el calor de la colilla se aferrara al mundo rasguñando su superficie… sí, ese es el sonido: uñas aferrándose al piso, colillas apagándose en la humedad del piso.
Como sea, ese sonido fue el signo del rápido transcurrir del tiempo.
-Llegará, ella lo dijo.
¿Qué fue realmente lo que dijo? Tal vez fue un “te veo mañana donde siempre”, tal vez un “Llegaré a tal hora”. Sin duda dijo algo, y en lo que dijo quedó firmado el compromiso de vernos; quedó señalado el lugar y la hora del encuentro.
-Llegará, ella lo dijo.
Y así siguió la noche, en todo momento calma, hasta que desde la bolsa de mi pantalón surgió la vibración del celular. Debió ser el frío en mis piernas, tal vez la atención que le prestaba a los sonidos de la noche, pero no lo sentí, sólo lo escuché vibrar. Lo tomé con igual calma que aquella de la noche:
-(1 Mensaje recibido)
Lo abrí con calma:
-(Ya llegué. Dónde estás? Dijiste que vendrías!)
Y tan sólo la distancia me impidió de nuevo escuchar su saludo. Y las piedras mojadas de nuevo fueron en su mirar mis cómplices.

sábado, 17 de enero de 2009

Y lo intenté ahora con la voz, pero ésta exigía preguntas para ser; más caprichosa aún que la página en blanco. Exigía como motor otra voz que la mía.
Ya no exige mi voz el mar de silencio en el que podía perderse y andar, exige el suave palpitar de tu aroma. Y, así, en cada palabra encuentro el eco de las tuyas, en cada respiro tu aroma presente.
Visten mis ropas restos de las tuyas, tal como ahora en el mundo de mis ojos los contornos de lo que hay llevan la marca de lo que he aprendido a ver desde tu mundo.

jueves, 1 de enero de 2009

2009

Hoy escribiré tan sólo porque no lo he hecho, y porque no he sentido las ganas de hacerlo. El dolor es buen combustible para las palabras libres, para las frases sugerentes y a veces lindas. Pero hoy no siento el dolor, siento la sombra del recuerdo del dolo alguna vez presente. Y lo extraño. Lo extraño por las cosas que me hacía hacer, por el sentimiento de independencia con respecto al mundo que me despertaba, que me acompañaba a cada momento del día. Hoy hay alguien que lo hace, pero ya no es un ‘qué’ ni un ‘cómo’, sino un ‘quién’. No podría pedir algo más, pero siento que por ello me despido de algo grande, de algo que me hacía interesarme por la oscuridad de la noche. Ahora mis noches no las paso sentado entre mis libros, hojas y pluma. Tengo otra compañía. Sólo escribo por nostalgia, sólo por amor a la presencia de un estado de ánimo profundo. Mientras más profundo más oscuro. Mientras más profundo, más intenso. La luz jamás podrá ser tan intensa como las sombras. Pero hay que saltar de vez en cuando de una a otras, para no perder los contrastes de la vida en los que se encierra su sentido. sigo queriendo consumir la inmensidad de la vida en un momento, en un instante… pero hoy los instantes ya no son poemas ni canciones, los instantes tienen la forma de un diálogo inconcluso que no me permite ponerlo entre paréntesis para echar a andar mis antiguos sueños. Así es como saludo al nuevo año, recordando al pasado, pero teniendo la firme convicción de que hay que estar saltando constantemente.