lunes, 4 de diciembre de 2006

Divagaciones sobre la felicidad y lo bello.

Realmente las cosas más bellas de la vida no están hechas para ser comunicadas. Cuando no se puede expresar algo, es porque es realmente bello. Todo lo que pueda ser puesto desnudo sobre un pedestal debe ser llamado horrendo, y si es llamado bello es porque no se ha entendido. Si alguien ha llegado a pensar: “podría morir ahora y no me importaría”, puede en un instante dejar de comprender la razón de su experiencia y su palabra, que han sido un producto de su experiencia de lo bello. El lenguaje es el espejo del mundo. Pero el mundo no posee lo bello, ni siquiera al unirse al hombre. Lo bello no es algo que el hombre añada al mundo. Justamente la experiencia de lo bello es el abandono de todo contacto con el mundo, puede ser un instante puede llegar a ser eterno. Cualquiera podría decir que no hay experiencia sin que exista algo que sea experimentado. Cualquiera podría decirme que confundo lo bello con la felicidad.

Ante esto último no tengo animo para discutir, es por esto que hablaré de lo bello como aquello de cuya experiencia resulta la felicidad. Y de esto se puede ver claramente que si digo que lo bello no puede ser experimentado en el mundo entonces la felicidad es imposible en él. Pero también he dicho que lo bello solo es experimentable cuando se corta todo contacto con el mundo. Lo bello no está en el mundo, no está en la unión del mundo con el hombre.
Solo nos queda que esté en el hombre. Y es precisamente esto lo que no permite que sea comunicable. No hay algo en el mundo que haga referencia a lo bello y todo lo que pretenda ser comunicable debe tener un punto de referencia o comparación, lo cual es imposible par la experiencia de lo bello. Todo esto da vueltas en mi cabeza y sólo intento ordenar lo que para mi ha sido la felicidad. La felicidad no es un resultado del mundo pero sin el mundo el hombre es nada. Ese es el punto. Lo bello es nada, la felicidad no es. Pero esta no es una conclusión que alguien pueda aceptar. Yo he sido feliz. No puedo resignarme a pensar que lo bello y la felicidad no son. Pero porqué decimos que el hombre sin el mundo no es posible. Acaso sólo porque no podemos hablar del hombre sin el mundo. ¿Podemos imaginar al hombre sin cuerpo? Yo digo que es posible en la medida en que pensamos al hombre en el momento del goce estético, cuando no entendemos ese goce como producido por algo en el mundo. Pero entonces ¿qué lo ha producido? Precisamente la experiencia más opuesta. Una experiencia que pareciera ser contradictoria con la idea misma de experiencia. La falta de experiencia es en sí misma una experiencia. Es esto lo que despierta en el hombre la contemplación de lo bello y lo lleva a la felicidad. La falta de experiencia, la falta de mundo, eso mismo que es impensable, inexpresable, incomunicable, es la nada. Pero el problema es entender la nada, la nada significa la ausencia de mundo y en esa medida es ausencia de experiencia. Pero ¿es que el mundo es lo único que puede ser experimentable? Por mucho que parezca estarme contradiciendo a cada momento, la respuesta es sí. Pero sin experiencia el hombre no cesa de existir ni pierde conciencia. Sin luz los ojos siguen trabajando. Sin sonido los oídos no desaparecen. Pero qué es el hombre si se le priva de la experiencia, un ente sin sentido, un ente sin posibilidad de llevar a cabo su función teleológica que es el conocer. El hombre sin el mundo se enfrenta al sinsentido. El sinsentido es lo único bello, y el sinsentido no puede ser encontrado en el mundo, en las cosas o en las ideas o conceptos. Justo cuando despertamos del sueño del mundo es cuando entramos en el mundo de lo bello. Pero es tan temerosa la conciencia humana que no puede abandonar su afán incansable por conocer que no puede entregarse al sinsentido porque siente que se pierde a sí mismo. Entonces ¿cómo podemos hablar de felicidad si la belleza se nos escapa por nuestra propia naturaleza?

La felicidad es la huella de la contemplación de lo bello. Es el aroma que queda en la conciencia después del sinsentido. Es sólo cuando tenemos fuertemente presente el recuerdo de la no experiencia, es sólo cuando vivimos el recuerdo del sinsentido, es sólo en esta disposición que podemos decir: “podría morir ahora y no me importaría, podría perder al mundo y no lo extrañaría.” Es la muerte lo único que puede hacernos desaparecer en el mundo y es la única esperanza que tenemos de en algún momento entregarnos completamente al sinsentido y a la felicidad.