jueves, 30 de octubre de 2008

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Hay algunas cosas que uno no puede hacer acompañado, y ya no digamos simplemente rodeado de gente. Por ejemplo ir al baño. Pero otra cosa que yo no puedo hacer rodeado de gente es escribir. Obviamente los apuntes en clase los debo de tomar rodeado de gente, y por eso dejé de tomar apuntes por mucho tiempo, aproximadamente desde que entré a la carrera hasta hace poco tiempo, lo que hace que sean unos 2 años y medio sin tomar apuntes. Creo que son obvios los problemas que ahora tengo cuando no recuerdo algo. En fin, hoy pasó algo conmigo que me hizo reventar, casi literalmente. Estaba esperando que empezara una clase, estaba en uno de los balcones mirando hacia las ofrendas y disfrutando del aire frío. Justo en ese momento empecé a querer escribir, pero había gente, así que decidí pensar las palabras y repensarlas y repasarlas para escribirlas lo más rápido posible antes de tener que entrar a clases. Pero conforme más palabras se acumulaban, menos podía mantenerlas en mi cabeza; y realmente estaba disfrutando de las palabras. Así que ya, me importó poco la gente y me puse a escribir. Justo cuando abrí el cuaderno y tomé la pluma, todo se borró, las pocas palabras que había estado rumiando y disfrutando se habían borrado de mi mente. Me enojé, miré molesto a toda la gente a mi alrededor y cerré los ojos para que nadie notara que estaba haciendo berrinche. Pero algo pude rescatar cuando me calmé un poco. Ya lo escribo, sólo quiero decir que eso de los berrinches ha sido algo constante últimamente. Por todo me enojo, por todo me alegro, por todo me entristezco. Es raro. Todo está tan vivo últimamente, lo malo es que soy demasiado inexpresivo, entonces todo se va quedando adentro y de repente tiene que salir; de repente me encuentro con un largo y profundo suspiro que no sé de dónde salió, tal vez un momento triste ocurrido un día antes; de repente una especie de llanto reprimido quiere salírseme, y luego risas tontas se salen sin motivo alguno y la gente me voltea a ver feo. Incluso hoy casi le pego a un compañero en la clase de alemán por no se qué tarugada de la que me acordé por una palabra que él dijo. La verdad me dio miedo porque es en serio que casi le pego, entonces para ese compañero, que se dio cuenta, seré una especie de orate que puede no hablarle a nadie pero quiere golpear a la gente sin motivo alguno. En fin, las cosas de verdad andan raras últimamente.

- ¿Qué haces?
- ¿Yo? Aquí…
- Aquí ¿qué?
- A la espera del antes constante silencio distante ahora.
- ¿Qué?
- Nada.
- ¿Entonces?
- Entonces… ¿Qué tal tu día?

Un breve pujido de llanto se escapa sin motivo, tal vez incluso sin sentido. Hay algo que en mí ya no aguanta y sólo cual pujidos se presenta. ¿Será la ausencia de motivos? Sin duda es la ausencia de sentidos. ¿Yo? Aquí a la espera del antes constante silencio distante ahora. Esponjándome de muerte al sentir que mis sueños en el aire frío se vierten.
Y pregunto y me pregunto y agoto de preguntarme ¿por qué el frío arrastra sueños y los sueños recuerdos? Resulta que del olvido al recuerdo hay sólo un maltrecho camino, y del recuerdo al olvido sólo un salto y no camino.
¿Qué demonios es esto que se expande desde el centro de mi pecho? ¿Qué es eso que sólo al querer nombrarlo se consume en ese centro, y cuando lo olvido regresa y se presenta con más fuerza, y sin nombre vive y muere, que nace y se consume con el confuso tañido de su perdido nombre, de su jamás aprisionado nombre?

Y Adán aprisionó las cosas en nombres para fortuna de su larga descendencia. Pero qué fue de aquello que sólo podía ser conocido después del bien y del mal, después del fruto del árbol de ese conocimiento. Pues quedó perdido así para los hombres. Pero el fruto lo comimos, y ahí están esas cosas sin nombre frente a nosotros. ¿cómo recuperar el poder de aprisionarlas en nombres? Sólo perdiendo los nombres, volviendo a esa lengua que permitió a Adán darle nombres a las cosas. Nuestra habla es un poema olvidado, todas nuestras palabras son metáforas que no sabemos metáforas. Hay que conocer las metáforas, hay que volver al poema.

3 comentarios:

Lidia dijo...

yo diría:

Resulta que del recuerdo al olvido hay sólo un maltrecho camino, y del olvido al recuerdo sólo un salto y no camino.

La mejor manera de olvidar a la gente es ignorándola y no hay mejor forma de ignorarla que haciendo tus cosas.
NO hagas berricnhes que no son buenos para la barriga

jf.yedraAaviña dijo...

ándale! sólo que es distinto,, cuando lo que se quiere es olvidar, aplica bien como lo dices, pero cuando uno quiere recordar pasa como yo decía..

ya no haré berrinches pues!

un abrazo!

Lidia dijo...

Es que pensé que recordar era siempre más fácil, basta buscar algo, un detallito, que nos lleve de un sólo salto al pasado. Para mí olvidar es lo difícil, más que nada porque en realidad no quisiera olvidar, aún cuando con más fuerzas lo desee...

Abrazos!!!