sábado, 17 de enero de 2009

Y lo intenté ahora con la voz, pero ésta exigía preguntas para ser; más caprichosa aún que la página en blanco. Exigía como motor otra voz que la mía.
Ya no exige mi voz el mar de silencio en el que podía perderse y andar, exige el suave palpitar de tu aroma. Y, así, en cada palabra encuentro el eco de las tuyas, en cada respiro tu aroma presente.
Visten mis ropas restos de las tuyas, tal como ahora en el mundo de mis ojos los contornos de lo que hay llevan la marca de lo que he aprendido a ver desde tu mundo.

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