domingo, 27 de enero de 2008

... ... ...


Tiene tiempo que no sorprendo a mi boca sonriendo torpemente al truncar un largo pensamiento que se funde con las siluetas que pasan ante mis ojos sin que pueda recordarlas, ni a ellas ni al pensamiento.
Ahora sólo encuentro un rostro tenso en la mirada y flojo en la boca. Las mandíbulas separadas y los labios juntos.
Miro un cubo de concreto levemente hundido en la tierra, justo en el centro del patio por donde pasa la gente. Después de uno de esos pensamientos truncados me doy cuenta del estado de mi rostro, pero también de que no miro a la gente pasar, sólo pongo atención a las sombras que resbalan sobre el cubo. Supongo que son de la gente que pasa frente a él. Eso no importa.
- ¿Por qué no quitas esa cara de tristeza?
- Porque no estoy triste.
- ¿Enojado?
- No.
- ¿Alegre?
- … … no.
- ¿Entonces?
El sólo abanicar con la mano como si tratara de espantar a una mosca convence a la gente de que algo “tengo”, y de que no quiero hablar de ello.
Antes me molestaba que la gente se quedara con esa idea, ya que realmente nada me pasa, o más bien no “tengo” nada. Ahora sólo me alegro de poder continuar en silencio.

- “…la hormiga. ¡Toma 5!…”
Parece que cada vez es más común que despierte de un pensamiento truncado que no logro recordar. No logro sentir la soledad de la sala gracias a la voz que proviene de la pantalla. Ni siquiera la blanca superficie de ésta puede hacerme sentir sólo, pero el conjunto de los asientos libres ayuda un poco. Sé que pronto comenzará a llegar la gente y la sala se llenará, así que trato de aprehender la soledad de ésta… sin lograrlo.

Ya se oscurece el recinto, ya se detienen las risas y el murmullo, ya se llena de luz y sombras la pantalla: el mar, un mar oscuro con leves destellos naranjas… pero la emoción por enterarme del papel que jugará el mar en la historia que comienza, se ve truncada por la idea de que en un día esa historia será sólo un pensamiento truncado que no podré recordar.



“And Now for Something Completely Different”:

Adelante a toda despedida, cual si estuviera tras de ti,
como el invierno, que ahora mismo muere;
pues entre todos los inviernos, hay uno tan sin fin
que, pasándolo, íntegramente pervivirá tu corazón…

Sé, conociendo al mismo tiempo la condición del no-ser,
el infinito fundamento de tu íntima oscilación
para que tú la realices íntegramente, por esta única vez.


-Rilke-

miércoles, 9 de enero de 2008


Es común que por las noches, justo antes de acostarnos en nuestras camas para dormir, se presente la necesidad de reflexionar sobre nuestro día, nuestra vida. Es en estos momentos en los que quedamos frente a nosotros mismos, ninguna persona con la cual distraernos de lo que nos molesta, lo que nos falta o sobra; momentos en los que es común vernos rodeados de sombras. Sombras, recuerdos y planes. No podemos tener una visión clara de todo lo que nos rodea, lo único real, claro e inmediato somos nosotros mismos; debe ser por eso que la mayoría de esos momentos son melancólicos. ¿Qué tanto podemos soportarnos a nosotros mismos? He encontrado tiempo para crear esos momentos incluso de día, incluso rodeado de gente, incluso gente que no me es indiferente, que por el contrario me importa demasiado. Pero aún así he preferido hacer de los momentos comunes, momentos melancólicos repletos de soledad y sombras. Puedo caminar por las calles completamente solo, sin pensar en otra cosa que en mi. nada me acompaña más que palabras en mi mente. Incluso he pensado en comprar una grabadora de bolsillo para no perder esas palabras, para no tener que detenerme a media calle para escribir algo que me parece digno de ser escrito. Si no la tengo es porque el ir hablando solo por las calles me parece algo pretencioso, incluso molesto para mi mismo. El celular ha sido de gran ayuda para no perder algunas de esas reflexiones esporádicas y espontáneas; simplemente escribo un mensaje que nunca envío y sólo guardo. Claro que las palabras pueden retener mis ideas y sentimientos para la persona que días después los lee creyendo que es él quien las ha escrito antes, pero para cualquier otra que se sienta ajena a ellas no podrán más que mostrarle mi torpeza al escribir.
Aquí quiero poner algunas de esas palabras que en mi mente sonaban tan bellas al estar acompañadas del sentimiento que las generó. ¿Para qué? Simplemente porque así lo decidí en uno de esos momentos melancólicos, en el que no pude dejar escrito o grabado lo que pensé y sentí, pero que por suerte aun recuerdo un poco.
Caminaba por la calle como a eso de las once de la noche. No podía ver a ninguna persona, simplemente las luces de los coches que pasaban a mi lado; sin embargo no era eso lo que me hacía sentir sólo, ese sentimiento ya lo venía arrastrando desde antes de abandonar el lugar en el que me encontraba antes de salir a la calle, lugar en el que no me encontraba solo. Una frase me cruzó por la mente “somos el sueño de una sombra”. No me preocupé por recordar el contexto en el que escuché, o más bien leí esa frase, simplemente lo apliqué al sentimiento que venía arrastrando desde que comencé a reflexionar sobre mi día, mi vida y mis planes.
Cuando me encuentro en momentos de reflexión mi propia persona parece desvanecerse, no soy sino algo soñado; soñado por aquel que reflexiona en ese momentos. Por el contrario cuando actúo o vivo, no me puedo tener presente a mi mismo en mis pensamientos, me diluyo con la actividad en la que me encuentro. Si platico con alguien, soy la plática, o tal vez el platicar. Quedo siempre oculto ante mí mismo, ya sea actuando o pensando, ya sea viviendo o recordando; incluso al pensar en mi futuro no puedo encontrarme, veo a alguien con mi cuerpo en escenarios distintos a los presentes.
Sea como sea, termino siempre siendo algo soñado. ¿El sueño de quién? De aquel que piensa, desea, actúa, de aquel que siente.
Pero incluso así soy una sombra, ya que sólo puedo encontrar mi reflejo en los sueños.

Pero basta de la reflexión que me llevó a este escrito, es tiempo de recordar los recuerdos de los sueños que quedaron fijados en palabras.

9:05:02 pm.
22/12/2007
Contemplando los breves destellos de luz artificial en las hojas de un árbol, pienso en lo horrible que es la luz artificial blanca. Tan fría, tan sincera, tan artificial. Bajo las viejas lámparas del alumbrado público, de esas que aún pueden encontrarse en las calles de la ciudad de México, los colores se confunden en la noche. Así, una señora dice haber visto que el asaltante vestía de verde, cuando en realidad el color de sus ropas era distinto. Antes de la luz artificial, las mentiras que contaba la noche permanecían ocultas entre las sombras; el hombre moderno puso fin a las sombras, pero lo oculto no apareció, simplemente consiguió un disfraz de sombra. Simplemente se creó la soledad de las sombras que antes se encontraban juntas, que antes eran una sola. Pero ahora con la luz artificial blanca se pierde el disfraz de las sombras y no queda nada oculto, todo brilla con una fingida sonrisa que lastima la vista. Prefiero la luz amarilla, prefiero las sombras. Si todo en la noche se encuentra iluminado, ¿de qué sirve tener noche?, ¿quién nos dirá mentiras?

Debería poner la fecha y hora de lo que viene a continuación, pero mi celular se rehúsa a mostrarla y no puedo recordad siquiera la fecha.

Hay cosas de las que no se habla. El silencio brota del lugar más profundo de la conciencia, aquel lugar del que brota lo único que es sincero en el hombre. Hay un silencio que guarda verdades sin ocultarlas…

Había otros dos mensajes guardados en mi celular que iba a compartir, pero me di cuenta de que no sé por qué los escribí. Son tan personales que incluso el haberlos guardado me parece inútil; así que no había tanto que decir como pensé…


(La imagen me la robé de un blog. No tiene mucho que ver con el post, pero me recordó que en los momentos de los que hablo aquí la soledad puede hacer que sintamos que es posible despegar los pies del suelo, elevarnos unos 3 metros, y regresar al suelo para continuar con nuestro camino… o al menos eso me ha hecho sentir un par de veces.)