Las palabras se perdieron, lloraron los momentos olvidados, y si no los momentos sí las palabras y recuerdos. Tirados junto a un árbol se mataron los recuerdos. Las caricias perdidas del instante incautivable. Siempre las presencias en las ausencias nostálgicas. Una mano a lo lejos indica ‘ya es tarde’, otra mano replica ‘no tanto. Quiero consumir la inmensidad de la vida en un instante, quiero consumir todo el placer del mundo en un rayo de luna….’ Simplemente gestos, simplemente acciones. Nada puede alanzar al amor lagrimoso. Por allá en su hogar él la espera. Por el contrario en el mío hay sólo ilusiones. Una cama vacía que pide a gritos ser llenada; y que la vida vista como instante mantiene olvidada.
Surgió la luz, lamentablemente acompañada del recuerdo, de la ilusión que recuerdo. Entre fanfarrias y reproches, se consumó el evento. Ella mintiendo, yo perdido en el recuerdo. No supe cuándo terminó, ella tal vez lo supo. Y pensar que sólo me acerqué a ella por su cabello, que era tan sólo una sombra del recuerdo.
Pierdo el tiempo pensando en ella. Pierdo el tiempo razonando aquél momento. Tiempo perdido por no haber nada que pensar de ella, ganando tiempo por entender lo pensado en el momento.
¿Que si la olvido?: Ya la olvido.
¿Que cómo la olvido?: ¿Es que hay algo qué olvidar?
Y ella no escribe y yo ya no escribo y no hay nada que escribir.
Me olvidará si no lo ha hecho, la olvidaré cuando renazca el recuerdo. Tantas bellas palabras, tantas bellas caricias, tantas bellas congojas que nos unieron en verso.
Y ella no entendía lo que yo le decía en silencio. Pero parecía querer entender todo lo cierto, que en mi decir, la rozaba en silencio. No la recuerdo. No la extraño ni la siento. Pero hay algo en el momento, que me aturde y da consuelo.
La despedida fue ridícula. Palabras formales trazadas junto al viento. Gran viento aquella noche; de no ser por lo formal, hubiera perdido el sustento del calor en mi cuerpo. Uno otorga una chamarra, uno otorga el reflejo del calor en su cuerpo. No es un gesto, es una invitación a no romper el momento.
Y se bajó y yo me seguí. Quise entrar junto con ella, pero ¿qué nos faltaba por hacer, por decirnos o reír? Todo había sido hecho, trazado conforme a la fugacidad del momento.
No la puedo olvidar, eso era mentira; pero no hay detrás del decir, nada más que un mero hacer…
Aún siento atrás de las piernas la humedad y el frío de la hierba, aún siento frente a mí la calidez de su cuerpo. Podrá no ser lo que quiero, pero en la brevedad del instante que embriagado de mundo se me abría, pareció ser lo más pronto, a la inmensidad que quería.
Nada me complace ya. A todo le antepongo un ‘pero’. Y ese pero tiene nombre, y a su nombre le sigue ‘no es esto’ …
(y sí, hoy estoy ebrio, y por eso recuerdo esto... me encuentro igual que en aquel momento, y si tuviera el árbol, la hierba y el viento, igual de imbécil me arrojaría al momento...)