viernes, 21 de noviembre de 2008

Paréntesis camino al metro

Ella camina conmigo... (Cada golpe de tacón era un explosión absorbente del silencio que suponía la soledad de aquellos pasos a quienes acompañaba mi caminar.
El eco que producían mostraba la inmensidad del mundo que quería llenar mis oídos, y ellos tenían que llenarse con tan sólo taconazos.
No me aturden los tacones. Me aturde el eco de aquel caminar ausente, de aquellos pasos dados sin tacones.)... caminamos.

domingo, 16 de noviembre de 2008

Uno antes de dormir

Igor Galochkin: 'Obdachlosen'.

Esbozo de extranjero.

Y descubrí en un momento mi propia mirada
frente al mundo con desprecio
desde mi cansada silueta contorneada por el tedio,
por la fuerza propia de los huesos tan sólo sostenida.

El mundo brilla y su aliento hiela y de mí sólo queda
en pie un esqueleto que con mirada hueca
se queda en su hogar frente al destierro:

Mirando desde el hogar
el silencio del destierro.

lunes, 10 de noviembre de 2008

Es extraño que de lo extraño sea extraño hablar.

Extraño que lo extraño sea extrañarte, al igual que extraño que te extrañe aquel extraño que ahora extraña que lo extraño sea extrañarte. Por extraño que suene que eras extraña al extrañar la extrañeza de aquel extraño, no me extraña que de lo extraño sólo quede tu extrañarlo. Siendo yo aquel que ahora extrañas por extraño, cuando extraño no extrañabas mi extrañeza, no me extrañes ahora por extraño, que extraño me deja sintiendo, extráñame por la mera extrañeza de lo en mí aún extraño. Pues si de mí sólo extrañas lo que para ti era extraño, es que no has entendido lo propio de la extrañeza.

domingo, 9 de noviembre de 2008

Amarraditos

Vamos amarraditos los dos, espumas y terciopelo,
tu como un recrujiente almidón,
y yo siguiendote altanero,
la gente nos mira con envidia por la calle,
murmuran las vecinas, los amigos y el alcalde.

Dicen que no se estila ya más ni tu peinetón, ni mi pasador,
dicen que no se estila ya más ni tu medallón ni mi cinturón,
yo se que se estilan tus ojazos y mi orgullo,
cuando vas de mi brazo por el sol y sin apuro.

Nos espera nuestro cochero,
frente a la iglesia mayor,
y a tropecito lento recorremos el paseo,
yo saludo tocando el ala de mi sombrero mejor,
y tu agitas con donayre tu pañuelo.

No se estila, yo sé que no se estila,
queme ponga para cenar, jazmines en el ojal,
desde luego parece un juego pero no hay nada mejor,
que ser un ser un señor de aquellos,
Que vieron mis abuelos.

jueves, 30 de octubre de 2008

(.)

Hay algunas cosas que uno no puede hacer acompañado, y ya no digamos simplemente rodeado de gente. Por ejemplo ir al baño. Pero otra cosa que yo no puedo hacer rodeado de gente es escribir. Obviamente los apuntes en clase los debo de tomar rodeado de gente, y por eso dejé de tomar apuntes por mucho tiempo, aproximadamente desde que entré a la carrera hasta hace poco tiempo, lo que hace que sean unos 2 años y medio sin tomar apuntes. Creo que son obvios los problemas que ahora tengo cuando no recuerdo algo. En fin, hoy pasó algo conmigo que me hizo reventar, casi literalmente. Estaba esperando que empezara una clase, estaba en uno de los balcones mirando hacia las ofrendas y disfrutando del aire frío. Justo en ese momento empecé a querer escribir, pero había gente, así que decidí pensar las palabras y repensarlas y repasarlas para escribirlas lo más rápido posible antes de tener que entrar a clases. Pero conforme más palabras se acumulaban, menos podía mantenerlas en mi cabeza; y realmente estaba disfrutando de las palabras. Así que ya, me importó poco la gente y me puse a escribir. Justo cuando abrí el cuaderno y tomé la pluma, todo se borró, las pocas palabras que había estado rumiando y disfrutando se habían borrado de mi mente. Me enojé, miré molesto a toda la gente a mi alrededor y cerré los ojos para que nadie notara que estaba haciendo berrinche. Pero algo pude rescatar cuando me calmé un poco. Ya lo escribo, sólo quiero decir que eso de los berrinches ha sido algo constante últimamente. Por todo me enojo, por todo me alegro, por todo me entristezco. Es raro. Todo está tan vivo últimamente, lo malo es que soy demasiado inexpresivo, entonces todo se va quedando adentro y de repente tiene que salir; de repente me encuentro con un largo y profundo suspiro que no sé de dónde salió, tal vez un momento triste ocurrido un día antes; de repente una especie de llanto reprimido quiere salírseme, y luego risas tontas se salen sin motivo alguno y la gente me voltea a ver feo. Incluso hoy casi le pego a un compañero en la clase de alemán por no se qué tarugada de la que me acordé por una palabra que él dijo. La verdad me dio miedo porque es en serio que casi le pego, entonces para ese compañero, que se dio cuenta, seré una especie de orate que puede no hablarle a nadie pero quiere golpear a la gente sin motivo alguno. En fin, las cosas de verdad andan raras últimamente.

- ¿Qué haces?
- ¿Yo? Aquí…
- Aquí ¿qué?
- A la espera del antes constante silencio distante ahora.
- ¿Qué?
- Nada.
- ¿Entonces?
- Entonces… ¿Qué tal tu día?

Un breve pujido de llanto se escapa sin motivo, tal vez incluso sin sentido. Hay algo que en mí ya no aguanta y sólo cual pujidos se presenta. ¿Será la ausencia de motivos? Sin duda es la ausencia de sentidos. ¿Yo? Aquí a la espera del antes constante silencio distante ahora. Esponjándome de muerte al sentir que mis sueños en el aire frío se vierten.
Y pregunto y me pregunto y agoto de preguntarme ¿por qué el frío arrastra sueños y los sueños recuerdos? Resulta que del olvido al recuerdo hay sólo un maltrecho camino, y del recuerdo al olvido sólo un salto y no camino.
¿Qué demonios es esto que se expande desde el centro de mi pecho? ¿Qué es eso que sólo al querer nombrarlo se consume en ese centro, y cuando lo olvido regresa y se presenta con más fuerza, y sin nombre vive y muere, que nace y se consume con el confuso tañido de su perdido nombre, de su jamás aprisionado nombre?

Y Adán aprisionó las cosas en nombres para fortuna de su larga descendencia. Pero qué fue de aquello que sólo podía ser conocido después del bien y del mal, después del fruto del árbol de ese conocimiento. Pues quedó perdido así para los hombres. Pero el fruto lo comimos, y ahí están esas cosas sin nombre frente a nosotros. ¿cómo recuperar el poder de aprisionarlas en nombres? Sólo perdiendo los nombres, volviendo a esa lengua que permitió a Adán darle nombres a las cosas. Nuestra habla es un poema olvidado, todas nuestras palabras son metáforas que no sabemos metáforas. Hay que conocer las metáforas, hay que volver al poema.

sábado, 25 de octubre de 2008

domingo, 19 de octubre de 2008

Una noche...

Las palabras se perdieron, lloraron los momentos olvidados, y si no los momentos sí las palabras y recuerdos. Tirados junto a un árbol se mataron los recuerdos. Las caricias perdidas del instante incautivable. Siempre las presencias en las ausencias nostálgicas. Una mano a lo lejos indica ‘ya es tarde’, otra mano replica ‘no tanto. Quiero consumir la inmensidad de la vida en un instante, quiero consumir todo el placer del mundo en un rayo de luna….’ Simplemente gestos, simplemente acciones. Nada puede alanzar al amor lagrimoso. Por allá en su hogar él la espera. Por el contrario en el mío hay sólo ilusiones. Una cama vacía que pide a gritos ser llenada; y que la vida vista como instante mantiene olvidada.
Surgió la luz, lamentablemente acompañada del recuerdo, de la ilusión que recuerdo. Entre fanfarrias y reproches, se consumó el evento. Ella mintiendo, yo perdido en el recuerdo. No supe cuándo terminó, ella tal vez lo supo. Y pensar que sólo me acerqué a ella por su cabello, que era tan sólo una sombra del recuerdo.
Pierdo el tiempo pensando en ella. Pierdo el tiempo razonando aquél momento. Tiempo perdido por no haber nada que pensar de ella, ganando tiempo por entender lo pensado en el momento.
¿Que si la olvido?: Ya la olvido.
¿Que cómo la olvido?: ¿Es que hay algo qué olvidar?

Y ella no escribe y yo ya no escribo y no hay nada que escribir.

Me olvidará si no lo ha hecho, la olvidaré cuando renazca el recuerdo. Tantas bellas palabras, tantas bellas caricias, tantas bellas congojas que nos unieron en verso.

Y ella no entendía lo que yo le decía en silencio. Pero parecía querer entender todo lo cierto, que en mi decir, la rozaba en silencio. No la recuerdo. No la extraño ni la siento. Pero hay algo en el momento, que me aturde y da consuelo.

La despedida fue ridícula. Palabras formales trazadas junto al viento. Gran viento aquella noche; de no ser por lo formal, hubiera perdido el sustento del calor en mi cuerpo. Uno otorga una chamarra, uno otorga el reflejo del calor en su cuerpo. No es un gesto, es una invitación a no romper el momento.

Y se bajó y yo me seguí. Quise entrar junto con ella, pero ¿qué nos faltaba por hacer, por decirnos o reír? Todo había sido hecho, trazado conforme a la fugacidad del momento.

No la puedo olvidar, eso era mentira; pero no hay detrás del decir, nada más que un mero hacer…

Aún siento atrás de las piernas la humedad y el frío de la hierba, aún siento frente a mí la calidez de su cuerpo. Podrá no ser lo que quiero, pero en la brevedad del instante que embriagado de mundo se me abría, pareció ser lo más pronto, a la inmensidad que quería.

Nada me complace ya. A todo le antepongo un ‘pero’. Y ese pero tiene nombre, y a su nombre le sigue ‘no es esto’ …

(y sí, hoy estoy ebrio, y por eso recuerdo esto... me encuentro igual que en aquel momento, y si tuviera el árbol, la hierba y el viento, igual de imbécil me arrojaría al momento...)

viernes, 17 de octubre de 2008

Brisa matutina


A la luz del gris cortinar de un cielo nuevo
Despiertan los pasos aun cargados con sueños.
Brotan sobre el paisaje pequeños rastros del cielo,
Figuras del cansancio por el andar provocado a sus dueños.

Sabio el cielo los coloca tintineantes,
Al compás de un lejano golpe de campanas.
Bajo el horizonte, en cambio, fluye
En silencio en demacrado camino angustiante,
De los hombres los muertos de sus cenas.

Y se mezcla con la brisa matutina
La amargura hiriente a las entrañas.
Palpita en la garganta pestilente la bruma,
Y en los rostros se pinta la repulsión al asomo del subsuelo.

Sólo queda bajo el suelo el misterio del asco,
Sobre las coladeras ondea la brisa matutina.
Es gris el cielo y el asfalto negro,
Son anchas sus bocas, son muchos sus velos.

Así es como se nos invita a despertar,
Siguiendo a la caricia maternal,
el aliento pútrido de un muerto.

domingo, 12 de octubre de 2008

[comentario a foto]


[Terminó la fiesta, pero aún faltaba mucho para que yo terminara con ella. Pero ese es el momento que a veces disfruto más, el momento en el que ya a nadie le importa que uno ponga ‘su’ música. un poco de portishead, un poco de dresden dolls, un poco de vivaldi, un poco de todo eso que parece ser raro en las fiestas. Resultó que por ahí una chica conocía los grupos, por ahí alguien incluso aplaudió que se pusiera slayer, algunos incluso escucharon atentos a vivaldi. Y entonces pareció que aún no terminaba la fiesta, y faltaba mucho para que yo terminara con ella… y con el güisqui. Hasta hoy me parece no haber terminado. Pero ya será mañana para olvidarme de fiestas, de risas insensibles, anécdotas inútiles, música compartida, y todo aquello que le da un sabor especial a la vida diaria. Falta mucho por terminar con la vida, muchos escalones que construir a cada paso. Y sólo hay pequeñas elevaciones en el terreno que nos permiten ver que todo el paisaje es nuestra obra. Se hace camino al andar, sí, pero raras veces nos detenemos a contemplar lo ya hecho. Es lindo saberse vivo, es bueno perder el tiempo para ver lo que en el tiempo transcurre.]

jueves, 2 de octubre de 2008

Ejercicio #3 (Cuento para fondo gris.)


Regresó a su libro después de mirar por la ventana. Un ruido lo había distraído momentos antes de toparse con el fin del capítulo. Regresó, pero aunque su mirada recorría palabra a palabra el texto, su mente seguía perdida en la ventana. Sólo al terminar el capítulo entendió que a esas horas ya no estaba para lecturas, y aún así regresó a dónde se había quedado antes de su interrupción, sin embargo, nuevamente las palabras pasaban por sus ojos pero no más allá de la superficie de éstos. Cerró molesto el libro y regresó a la ventana. Su mirada no pudo llegar más allá del cristal, y sólo así se encontró con ella misma. Un par de ojos lo miraban vacíos y quiso leer en ellos el relato de sus últimos años, pero pasó igual que con el final del capítulo.
Sonó el teléfono sin que esto interrumpiera el extravío de su mirada. No esperaba llamadas, no esperaba noticias, ni saludos, ni nada. El sonido sólo sirvió para adormecer más al pequeño hombre de mirada perdida y denso bigote. Por fin el silencio rompió la calma, y en el reflejo de la ventana se pudo ver una figura precipitándose hacia la mesa en la que se hallaba el teléfono. La monotonía de la nota en la bocina anunció la renuncia de alguien a hablar. -¿Hablar conmigo? ¿quién querría hablar conmigo? Si al menos tuviera deudas sería lógico que llamaran. No, tal vez alguien marcó mal el número. O ¿sería ella? ¡Ja! Tantos años han pasado, qué tendría que hacer llamándome ahora y a esta hora. ¿Llamaría para pedir dinero? No, primero muerta que pedirme algo. Pero aquí estoy yo hablando solo y en voz alta, ¿cuándo lo hubiera imaginado?-
Sonó nuevamente el teléfono y contestó con tanta calma como siempre.
-¿Sí? Soy yo. ¿En dónde? No, ya es tarde y no tengo cómo llegar tan lejos. No, no puedo. ¿En cuánto tiempo llegarían? Como guste, yo espero. Avenida central 327… Sí, así es… Ahí mismo. Hasta pronto.-
La noche pareció más oscura que nunca. Ni siquiera la ventana se atrevía a reflejar la quietud de la habitación. La pequeña figura bigotona a caminó hacia el sillón, levantó el libro que en el asiento se encontraba, se sentó, abrazó el libro y se durmió. Despertó en medio de la noche, más oscura aún que antes. Alguien tocaba a la puerta y luces rojas y azules se paseaban por su ventana. Después de tomar su gorra, bufanda y abrigo, abrió la puerta, saludó al policía que encontró tras ella, subieron juntos a la patrulla y se fueron.

Llegaron, bajaron de la patrulla y caminaron. Caminaba detrás del policía mientras se rascaba el bigote. Tenía la mirada fija en las botas que frente a él avanzaban, no despacio, pero sí con serenidad. El eco de las pisadas apenas rozaba sus oídos, no así las voces que se escuchaban detrás de las puertas del largo pasillo. Las paredes eran grises, las puertas de un amarillo que de tan viejo se confundía con el gris, y el piso parecía negro, ¿o serían sólo las botas negras? De cualquier modo el frío del lugar hacía que los colores fueran insignificantes. Ambos hombres dieron la vuelta al llegar al final del pasillo, el policía se detuvo ante la primer puerta, la abrió e hizo señas a su acompañante para que entrara. De golpe, el color cobró importancia. Incluso aún cuando el fío parecía más punzante en esa habitación, el azul de los azulejos en las paredes no podía dejar de ser lo principal del cuarto. Entró y se rascó de nuevo el bigote de arriba abajo con la punta de las uñas. A su lado pasó un hombre vestido de blanco empujando una larga plancha de metal con ruedas. La voz del policía lo llamaba ya desde un rincón del cuarto, debió entrar al cuarto mientras el pequeño bigotón se distraía con el hombre de blanco que salía. Caminó de nuevo siguiendo las botas. -Buenos días. Colóquese junto a mí y dígame si reconoce a esta persona.- Esa nueva voz sonaba afectiva detrás de la simplicidad de las palabras. Era un hombre mayor, bigote tupido y cabello despeinado que combinaban bien con el lugar y con el uniforme blanco que usaba. Si no fuera por lo blanco del bigote y el cabello no se imaginaría uno que se trataba de un hombre de unos 65 años, más bien parecía cercano a los 40. Tenía piel morena y hombros anchos que se movían firmemente al correr lentamente la sábana que cubría la plancha de metal que tenían los tres hombres frente a ellos.
-No. No es ella. Sin duda se parece, pero no es. ¿Cambia la piel? ¿de qué forma? No estoy seguro, no puedo mirarle a los ojos, es lo que más recuerdo de ella. ¡Claro! sí… tiene una cicatriz en la planta del pie izquierdo. ¿Forma? … Una media luna.- La piel negra de las botas sonó al contraerse, todo el cuerpo del policía se tensó. La mirada del hombre mayor encajó amable y distante en los ojos del pequeñín del bigote. –Es ella, sin duda. Tanto las marcas personales como las identificaciones que se encontraron entre sus pertenencias indican eso. El oficial lo acompañará para que firme unos papeles. La autopsia se llevará acabo en el transcurso del día después del cambio de turno. Se le informarán los resultados y procedimientos legales cuando hayamos determinado la causa de la muerte. Mientras tanto sólo debe firmar los documentos que le entregue el oficial y esperar a que nosotros lo llamemos. Con su permiso me retiro, ustedes ya conocen la salida.- Cada palabra la escuchó el hombrecillo detalladamente, no le extrañó que aquel hombre mayor no le diera el pésame ni palabra alguna de las que usualmente se le dicen a personas en su situación; cada palabra fue pronunciada con el tono y ritmo precisos, expresaban respeto, familiaridad y una extraña y larga melancolía. Ese viejo había hecho de su habla una obra de arte, con lo cual se aseguraba que no se le hicieran reclamos por las noticias de las cuales él sólo era portador y no causante.
Siguió al policía, firmó los peles y fue devuelto a su casa tal como fue recogido de ella. Frente a la puerta de entrada sacó de la bolsa del pantalón sus llaves, no sin esfuerzo, ya que el abrigo le estorbaba un poco. Abrió la puerta y escuchó la voz del policía, -Que tenga usted un buen día. ¡Trate de descansar un poco!-
En ese momento, el dolor petrificó el umbral. Pero, con mucho esfuerzo, el pequeño hombre se las arregló para cruzarlo sin dar señas al policía de que sus palabras habían tenido un efecto devastador en él. –Estábamos una noche en la playa. Yo estaba sentado junto a la fogata mientras ella miraba el mar a unos cuantos metros. Corrió hacia mí y saltó para enterrar sus pies en la arena. La base de una botella rota se le enterró en el pié. Pasamos el resto de la noche en el hospital. De ahí lo de la cicatriz en forma de media luna.- Dijo esto con un eco de vacío en las palabras y cerró la puerta. Entró, cargando el peso del dolor en la densidad del aire, respirando el frío del amanecer y la humedad de su propia casa. Se sentó en su mismo sillón. Tomó el libro y lo abrazó. En la ventana el cielo se tornaba rosa, pero en la mirada que lo contemplaba se tornaba turbio y gris. Respiró profundamente y separó el libro de su pecho al tiempo que lo abría. Leyó. Terminó aprisa su capítulo que, sin que él supiera sino hasta ese momento, era el final del libro.
Esa mañana, desde fuera de la ventana podía versa a un hombre pequeño y bigotón dormir en un sillón, tenía un libro abierto entre las piernas. Sus páginas estaban completamente secas, al igual que el pasto de su jardín, sin gotas del rocío matutino que podría esperarse por la húmeda y fría noche anterior. Ni una lágrima en el libro, ni una gota de rocío en el pasto. Y, aún así, la densidad del frío y la humedad, tensan el verde del pasto. Y, aún así, la densidad del la oscuridad y el dolor, tensan el gris del bigote.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Momento de hoy

Y así ha pasado el tiempo, y así seguirá pasando,
mirando nubes grises escapar por mi ventana.
Y de momento parecen tan grises, en el gris de su estancia,
y a uno nuevo parecen lejanas, en su lejana partida.

Porque el gris no es más que azul triste
y lo lejano tan sólo es punzante en su cercanía.

La soledad sólo lastima cuando nos acompañan las lágrimas,
no cuando una sonrisa es la compañera.
No hay soledad absoluta si un sentimiento aparece en ella,
así como no hay recuerdos dolorosos, sino sólo dolor en los recuerdos…
y así nunca estamos solos.

sábado, 13 de septiembre de 2008

Lo que no borré ni taché.


Escribo y borro, escribo y tacho.
Y sigue latiendo en mis dedos el ansia de decir algo.
Las ganas de ser algo más que un diálogo innarrado, abandonado a los vaivenes del transcurrir. Es eso o la ausencia de emociones que me exigen llenar los vacíos con palabras.
Ya estoy cansado de hablar de vacíos, cansado de hablar de palabras, cansado de esperar a que se forme mi reflejo en la eterna blanca superficie.

Quiero hablar de tantas cosas, entender todo lo que me pasa por enfrente. Abarcar todo el mundo en un parpadeo. Y siempre me quedo esperando, viendo todo con mirada confundida. Todo pasa y nada puedo atrapar. Quiero consumir el mundo en la brevedad de un poema, en aquella de una canción. Pero hay tanto detrás del sonido, tanto detrás de las palabras, tanto detrás del mundo que todo resulta ser sólo una probada.
A veces es tanto el brillo del mundo que cansa la vista e invita a dormir. El sueño, uno de mis más queridos vicios.

No es tanto el descansar. No es tanto el esperar la noche para cerrar los ojos. Es más bien ese dormir matutino, aquel que es inconstante y vívido. Cuando el sol ya no permite dormir, es todo un placer el sentir que podemos ignorarlo y entregarnos por completo a la embriaguez que produce la almohada.

Pero siempre es mal visto ese sueño, siempre dormir a esas hora es difícil. Implica faltar a algunos compromisos, o evitar hacerlos a esas horas. Sí, eso se llama flojera, pereza; pecados que se condenan incluso hoy en día, hoy cuando nada es ya pecado. Pero como todo pecado, lo que los mantiene vivos es el placer que representan.
Yo seguiré durmiendo hasta tarde mientras pueda, seguiré haciendo mis deberes en la noche. Puede ser que no duerma más que en un horario normal, y puede ser que no descanse tanto como en uno así, pero sí es más placentero dormir entre regaños del sol y parpadeos constantes.

miércoles, 27 de agosto de 2008

La última vida en el universo


Del director Pen-Ek Ratanaruang. (La película es sólo pretexto para escribir. Pero es una muy buena película.)

Distancia y sueños que quedan para nosotros ocultos. Momentos y luces encarnadas entre líneas. Colores... tan importantes son los colores. La distancia no sólo está; es y transcurre. Pero sin líneas, colores y sueños, no. Instantes. Relámpagos silenciosos. Sólo así abarcamos lo que… lo que ahí.

Sombras no hay sin algo que cubrir.

Hoy no tengo espacio en el librero. No hay mucho espacio ya en el cenicero. Sin embargo hay gran cantidad de instantes en ambos. Son como debe ser cada palabra en ellos, cada ceniza en ellos. Una cortina en casa de mi abuela, dejando pasar la luz por pequeños espacios. Alguna vez dormí en el sillón de su casa. Alguna vez desperté a media noche. La luz de la calle sólo podía invadir la sala por esos pequeños espacios.
Cada palabra debiera ser como ellos, abriendo una inmensidad a sus espaldas.

Y hay veces que la inmensidad nos aplasta contra el frente. Y sólo podemos marcar pequeños agujeros en él. Y seguimos sintiendo la inmensidad que quiere escapar al mundo. Aquella que desde dentro oprime cada víscera y expande el cuerpo. Esa misma que es contenida por aquella que oprime por detrás de las palabras ajenas, y oprime las vísceras desde fuera.

Todo se reduce al habla. Todo se reduce a la vida de las palabras. Y en medio quedamos nosotros. Condenados a soportar el lenguaje. Lo terrible que, cuando somos capaces de soportarlo, señalamos con la palabra que se consume por su ombligo. ‘Bello’ es la palabra, y bella es ‘la palabra’.

sábado, 16 de agosto de 2008

Ejercicio #2 (Tarde difusa)


Algo se anuncia en este nuevo atardecer...
¿Qué tardes son estas que aun bajo techo

me empapan con melancolía?
¿Qué manía esta, nueva, que me hace estar de pie,
o andar a pie y andar sin andar?
Tal vez , con suerte, esto es
como en el fango flotar...


Y si la fría y húmeda brisa consume mi indiferencia
hacia mis huesos;
sólo así los sentiré bajo mi carne
en su forma, su dureza,
como palabras de Manto
perdurando en el tiempo
que se anuncia como ocaso.

¿Qué vendría a tomar en las hojas,
en las hojas difusas la forma del engaño,

aquella misma del recuerdo extrañado?
Siendo siempre el viento lo que imprime
en el recuento del manto,
la directriz del sentido, cuando no hay nada calmo.

No es tan sólo el verde aleteo,
ni tan sólo la calma extraviada.
Son también los destellos que en el color se desatan.

¡Reine la ausencia de la claridad diaria!
Sin que esto asegure, la verdad de estas palabras.

sábado, 26 de julio de 2008

Ejercicio #1 (Lindo)

Piérdete en las sombras matinales
de una vida en epojé reencontrada.
Da la vuelta a la piedad arrastrada
y en el monte de Sísifo arrojada.

Muestra la falta de esfuerzo
que en la boca del río has transpirado,
deja que se burle de ti el reflejo,
en el escudo del vencido, aprisionado.

Piérdete en sensualidad adormecida
tomando la vida por la ausente lejanía,
rodando al hogar has de encontrarte tendida
en río de seda y nacientes pesadillas.

Y si un Manto sobre Piedra te desvía
que no sea éste el fin de tu partida.
ya se posará el ocaso entre seda y lejanía
y consumirá, tantos montes como Mantos, en la epojé de tus días.


(Siendo sincero debo decir, que este tipo de escritos no me gustan. Me son en especial molestas las referencias semisimuladas tanto a poesía como a mitología. Pero hoy así se me antojó escribir. ¿Por qué “ejercicio”? porque eso es, no es más que un ejercicio, de memoria y de escritura de ideas que se van perdiendo a lo largo del día. Tal vez sea mejor que se pierdan, pero es bueno de vez en cuando el ejercicio.)

viernes, 11 de julio de 2008


Que si sólo es tiempo lo que escurre por los vacíos del mundo, que si sólo luces lo que a ratos ilumina los rincones dentro de nuestros cráneos. Es difícil entender lo que ocurre en las afueras del hogar, las afueras del pensar. A ratos podemos demorarnos en un pequeño detalle, en un pequeño rincón oscuro de aquella exterioridad. De-morarnos, encontrar una morada en lo que nos parece ajeno. (Qué falta de palabras le provoca a uno pensar demasiado las cosas. ¿Dónde quedaría lo bello de aquellas pequeñas moradas infieles si todo lo pusiéramos en palabras adecuadas?) Ahora sólo puedo pensar en la violencia ejercida contra la pobre palabra ‘demorar’. Tantas limitantes suponen las palabras adecuadas.

Soñé ayer con visitas imposibles, con rostros distantes entre sí. Conocidos míos conviviendo con sus desconocidos conocidos míos. Me perdí reflexionando sobre las causas que llevaban a esos personajes a estar juntos. En fin, desperdicié la oportunidad de hablar con los que estando despierto no puedo hablar. Perdí la oportunidad de escuchar las voces de aquellos a quienes despierto no puedo escuchar. Y así, sin más, desperté con una versión más precisa de uno de los capítulos para mi tesis. Me levanté, serían las 5 de la mañana, escribí lo que pude e intenté dormir, regresar a la fiesta que en mis sueños estaba, pero ya no pude regresar. Ya sólo pude soñar con los temas de la dichosa tesis. Me sentía como Homero cuando tiene problemas de dinero y sueña que inventa algo, un objeto que lo hará rico. En su sueño, su invento no puede ser visto por él y cuando por fin lo verá despierta confesando sus problemas financieros. Lo terrible de sentirme así es que yo podía recordar claramente lo que en mis sueños sería el invento, el tema de mi tesis. Qué sueño más alejado de lo que debe ser un sueño.

Los sueños deben servir para otras cosas. No deben ser extensiones de lo que se hace despierto. Y así estoy últimamente, no puedo hablar de otra cosa que no sea filosofía. Que si Wittgenstein esto, que si Heidegger aquello, que si Hegel ahora parece gustarme, o por lo menos influir mis ideas, que si se equivocó el doctor Leyva en su interpretación del parágrafo 18 de Ser y Tiempo al compararlo con la filosofía analítica, que si “La figura” aparece en cada conversación. Que si todas estas cosas y muchas más.
Puedo pasar horas hablando apasionadamente de estos temas, saltando de uno a otro y creando puentes (que a veces siento ilusorios) entre ellos. Pero al final siempre termino con un vacío profundo e indeterminado.
Algo falta, algo en las pláticas no basta. Siento que me borro al recorrer estos temas. Hay una vida que sólo están viviendo las ideas y no yo. Y sí, me siento al borde de un punto de desvanecimiento.

Incluso ahora no me encuentro en las palabras. Hay algo en mí en lo que no me he podido demorar, de-morar. Hay un pequeño Yedra extranjero en mi que no encuentro, que tal vez no exista.

domingo, 6 de julio de 2008

Tormenta


Pide el monje que regrese la tormenta

Pide el monje que regrese la tormenta
Pide que le sea devuelta la calma ensordecedora
Los ruidos que se funden con el fluir del mundo
Pide el monje que se apague su sentir.

Pide el monje que regrese la tormenta
Que en el cielo la luz pierda su constancia
Que el rayo borre el andar de las luciérnagas
Que la naturaleza se consuma en un destello.

Pide el monje que regrese la tormenta
Pide la tormenta al monje que aguarde su muerte con paciencia.

-Kizuta Kizuna-

martes, 17 de junio de 2008

Espacios


Hay espacios que no deben ser tocados por más tentadores que sean. Espacios que están destinados a algo distinto de nosotros mismos. Laberintos en los que sólo cabe un Minotauro; o lo somos, o no entramos, o entramos dispuestos a matar al que ya está. Hay espacios por los que vale la pena correr el riesgo de ser asesinados, pero no en todos depende sólo de nosotros.

¿Por qué hablar de espacios? Como siempre, me quedo sin respuesta. Sólo es hablar por hablar, es decir: ‘es un día lindo’, ‘parece que lloverá’. Ese tipo de comentarios que nos salvan de silencios incómodos, aunque bien sabemos que no todos son así. Escribir para no dejar el espacio vacío, la página en blanco. Hablar de algo que siempre terminará dando la vuelta y llevándonos a nuestro propio comienzo.

Espacios no sólo son esos huecos en el mundo, son también recuerdos en una mente, sensaciones en un cuerpo, sentimientos en un alma. Nos podemos enfrentar a distintos espacios que no pueden, deben, o quieren, ser llenados con nosotros. ¿Luchar contra esas imposibilidades? A veces resulta divertido, a veces molesto, a veces inútil.

Ejemplos hay muchos, algunos ya “clásicos”: La madrastra se enfrenta a la sabiduría popular en ‘madre sólo hay una’. No es necesario dar muchos.

En fin, mis ganas de llenar un espacio se han terminado. Sólo me resta confesar que nuevamente estoy desapareciendo, estoy dejando de ocupar algunos espacios que ya había “conquistado”. Y aun así, no me quedan ganas de ocupar unos nuevos.


Ajá,,, es cierto, hay que aprovechar el espacio para anunciar el nuevo Blog, un proyecto que no sólo es mío, o por lo menos eso espero,,, je…


visiten pues: COPROFILyA