jueves, 2 de octubre de 2008

Ejercicio #3 (Cuento para fondo gris.)


Regresó a su libro después de mirar por la ventana. Un ruido lo había distraído momentos antes de toparse con el fin del capítulo. Regresó, pero aunque su mirada recorría palabra a palabra el texto, su mente seguía perdida en la ventana. Sólo al terminar el capítulo entendió que a esas horas ya no estaba para lecturas, y aún así regresó a dónde se había quedado antes de su interrupción, sin embargo, nuevamente las palabras pasaban por sus ojos pero no más allá de la superficie de éstos. Cerró molesto el libro y regresó a la ventana. Su mirada no pudo llegar más allá del cristal, y sólo así se encontró con ella misma. Un par de ojos lo miraban vacíos y quiso leer en ellos el relato de sus últimos años, pero pasó igual que con el final del capítulo.
Sonó el teléfono sin que esto interrumpiera el extravío de su mirada. No esperaba llamadas, no esperaba noticias, ni saludos, ni nada. El sonido sólo sirvió para adormecer más al pequeño hombre de mirada perdida y denso bigote. Por fin el silencio rompió la calma, y en el reflejo de la ventana se pudo ver una figura precipitándose hacia la mesa en la que se hallaba el teléfono. La monotonía de la nota en la bocina anunció la renuncia de alguien a hablar. -¿Hablar conmigo? ¿quién querría hablar conmigo? Si al menos tuviera deudas sería lógico que llamaran. No, tal vez alguien marcó mal el número. O ¿sería ella? ¡Ja! Tantos años han pasado, qué tendría que hacer llamándome ahora y a esta hora. ¿Llamaría para pedir dinero? No, primero muerta que pedirme algo. Pero aquí estoy yo hablando solo y en voz alta, ¿cuándo lo hubiera imaginado?-
Sonó nuevamente el teléfono y contestó con tanta calma como siempre.
-¿Sí? Soy yo. ¿En dónde? No, ya es tarde y no tengo cómo llegar tan lejos. No, no puedo. ¿En cuánto tiempo llegarían? Como guste, yo espero. Avenida central 327… Sí, así es… Ahí mismo. Hasta pronto.-
La noche pareció más oscura que nunca. Ni siquiera la ventana se atrevía a reflejar la quietud de la habitación. La pequeña figura bigotona a caminó hacia el sillón, levantó el libro que en el asiento se encontraba, se sentó, abrazó el libro y se durmió. Despertó en medio de la noche, más oscura aún que antes. Alguien tocaba a la puerta y luces rojas y azules se paseaban por su ventana. Después de tomar su gorra, bufanda y abrigo, abrió la puerta, saludó al policía que encontró tras ella, subieron juntos a la patrulla y se fueron.

Llegaron, bajaron de la patrulla y caminaron. Caminaba detrás del policía mientras se rascaba el bigote. Tenía la mirada fija en las botas que frente a él avanzaban, no despacio, pero sí con serenidad. El eco de las pisadas apenas rozaba sus oídos, no así las voces que se escuchaban detrás de las puertas del largo pasillo. Las paredes eran grises, las puertas de un amarillo que de tan viejo se confundía con el gris, y el piso parecía negro, ¿o serían sólo las botas negras? De cualquier modo el frío del lugar hacía que los colores fueran insignificantes. Ambos hombres dieron la vuelta al llegar al final del pasillo, el policía se detuvo ante la primer puerta, la abrió e hizo señas a su acompañante para que entrara. De golpe, el color cobró importancia. Incluso aún cuando el fío parecía más punzante en esa habitación, el azul de los azulejos en las paredes no podía dejar de ser lo principal del cuarto. Entró y se rascó de nuevo el bigote de arriba abajo con la punta de las uñas. A su lado pasó un hombre vestido de blanco empujando una larga plancha de metal con ruedas. La voz del policía lo llamaba ya desde un rincón del cuarto, debió entrar al cuarto mientras el pequeño bigotón se distraía con el hombre de blanco que salía. Caminó de nuevo siguiendo las botas. -Buenos días. Colóquese junto a mí y dígame si reconoce a esta persona.- Esa nueva voz sonaba afectiva detrás de la simplicidad de las palabras. Era un hombre mayor, bigote tupido y cabello despeinado que combinaban bien con el lugar y con el uniforme blanco que usaba. Si no fuera por lo blanco del bigote y el cabello no se imaginaría uno que se trataba de un hombre de unos 65 años, más bien parecía cercano a los 40. Tenía piel morena y hombros anchos que se movían firmemente al correr lentamente la sábana que cubría la plancha de metal que tenían los tres hombres frente a ellos.
-No. No es ella. Sin duda se parece, pero no es. ¿Cambia la piel? ¿de qué forma? No estoy seguro, no puedo mirarle a los ojos, es lo que más recuerdo de ella. ¡Claro! sí… tiene una cicatriz en la planta del pie izquierdo. ¿Forma? … Una media luna.- La piel negra de las botas sonó al contraerse, todo el cuerpo del policía se tensó. La mirada del hombre mayor encajó amable y distante en los ojos del pequeñín del bigote. –Es ella, sin duda. Tanto las marcas personales como las identificaciones que se encontraron entre sus pertenencias indican eso. El oficial lo acompañará para que firme unos papeles. La autopsia se llevará acabo en el transcurso del día después del cambio de turno. Se le informarán los resultados y procedimientos legales cuando hayamos determinado la causa de la muerte. Mientras tanto sólo debe firmar los documentos que le entregue el oficial y esperar a que nosotros lo llamemos. Con su permiso me retiro, ustedes ya conocen la salida.- Cada palabra la escuchó el hombrecillo detalladamente, no le extrañó que aquel hombre mayor no le diera el pésame ni palabra alguna de las que usualmente se le dicen a personas en su situación; cada palabra fue pronunciada con el tono y ritmo precisos, expresaban respeto, familiaridad y una extraña y larga melancolía. Ese viejo había hecho de su habla una obra de arte, con lo cual se aseguraba que no se le hicieran reclamos por las noticias de las cuales él sólo era portador y no causante.
Siguió al policía, firmó los peles y fue devuelto a su casa tal como fue recogido de ella. Frente a la puerta de entrada sacó de la bolsa del pantalón sus llaves, no sin esfuerzo, ya que el abrigo le estorbaba un poco. Abrió la puerta y escuchó la voz del policía, -Que tenga usted un buen día. ¡Trate de descansar un poco!-
En ese momento, el dolor petrificó el umbral. Pero, con mucho esfuerzo, el pequeño hombre se las arregló para cruzarlo sin dar señas al policía de que sus palabras habían tenido un efecto devastador en él. –Estábamos una noche en la playa. Yo estaba sentado junto a la fogata mientras ella miraba el mar a unos cuantos metros. Corrió hacia mí y saltó para enterrar sus pies en la arena. La base de una botella rota se le enterró en el pié. Pasamos el resto de la noche en el hospital. De ahí lo de la cicatriz en forma de media luna.- Dijo esto con un eco de vacío en las palabras y cerró la puerta. Entró, cargando el peso del dolor en la densidad del aire, respirando el frío del amanecer y la humedad de su propia casa. Se sentó en su mismo sillón. Tomó el libro y lo abrazó. En la ventana el cielo se tornaba rosa, pero en la mirada que lo contemplaba se tornaba turbio y gris. Respiró profundamente y separó el libro de su pecho al tiempo que lo abría. Leyó. Terminó aprisa su capítulo que, sin que él supiera sino hasta ese momento, era el final del libro.
Esa mañana, desde fuera de la ventana podía versa a un hombre pequeño y bigotón dormir en un sillón, tenía un libro abierto entre las piernas. Sus páginas estaban completamente secas, al igual que el pasto de su jardín, sin gotas del rocío matutino que podría esperarse por la húmeda y fría noche anterior. Ni una lágrima en el libro, ni una gota de rocío en el pasto. Y, aún así, la densidad del frío y la humedad, tensan el verde del pasto. Y, aún así, la densidad del la oscuridad y el dolor, tensan el gris del bigote.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Momento de hoy

Y así ha pasado el tiempo, y así seguirá pasando,
mirando nubes grises escapar por mi ventana.
Y de momento parecen tan grises, en el gris de su estancia,
y a uno nuevo parecen lejanas, en su lejana partida.

Porque el gris no es más que azul triste
y lo lejano tan sólo es punzante en su cercanía.

La soledad sólo lastima cuando nos acompañan las lágrimas,
no cuando una sonrisa es la compañera.
No hay soledad absoluta si un sentimiento aparece en ella,
así como no hay recuerdos dolorosos, sino sólo dolor en los recuerdos…
y así nunca estamos solos.

sábado, 13 de septiembre de 2008

Lo que no borré ni taché.


Escribo y borro, escribo y tacho.
Y sigue latiendo en mis dedos el ansia de decir algo.
Las ganas de ser algo más que un diálogo innarrado, abandonado a los vaivenes del transcurrir. Es eso o la ausencia de emociones que me exigen llenar los vacíos con palabras.
Ya estoy cansado de hablar de vacíos, cansado de hablar de palabras, cansado de esperar a que se forme mi reflejo en la eterna blanca superficie.

Quiero hablar de tantas cosas, entender todo lo que me pasa por enfrente. Abarcar todo el mundo en un parpadeo. Y siempre me quedo esperando, viendo todo con mirada confundida. Todo pasa y nada puedo atrapar. Quiero consumir el mundo en la brevedad de un poema, en aquella de una canción. Pero hay tanto detrás del sonido, tanto detrás de las palabras, tanto detrás del mundo que todo resulta ser sólo una probada.
A veces es tanto el brillo del mundo que cansa la vista e invita a dormir. El sueño, uno de mis más queridos vicios.

No es tanto el descansar. No es tanto el esperar la noche para cerrar los ojos. Es más bien ese dormir matutino, aquel que es inconstante y vívido. Cuando el sol ya no permite dormir, es todo un placer el sentir que podemos ignorarlo y entregarnos por completo a la embriaguez que produce la almohada.

Pero siempre es mal visto ese sueño, siempre dormir a esas hora es difícil. Implica faltar a algunos compromisos, o evitar hacerlos a esas horas. Sí, eso se llama flojera, pereza; pecados que se condenan incluso hoy en día, hoy cuando nada es ya pecado. Pero como todo pecado, lo que los mantiene vivos es el placer que representan.
Yo seguiré durmiendo hasta tarde mientras pueda, seguiré haciendo mis deberes en la noche. Puede ser que no duerma más que en un horario normal, y puede ser que no descanse tanto como en uno así, pero sí es más placentero dormir entre regaños del sol y parpadeos constantes.

miércoles, 27 de agosto de 2008

La última vida en el universo


Del director Pen-Ek Ratanaruang. (La película es sólo pretexto para escribir. Pero es una muy buena película.)

Distancia y sueños que quedan para nosotros ocultos. Momentos y luces encarnadas entre líneas. Colores... tan importantes son los colores. La distancia no sólo está; es y transcurre. Pero sin líneas, colores y sueños, no. Instantes. Relámpagos silenciosos. Sólo así abarcamos lo que… lo que ahí.

Sombras no hay sin algo que cubrir.

Hoy no tengo espacio en el librero. No hay mucho espacio ya en el cenicero. Sin embargo hay gran cantidad de instantes en ambos. Son como debe ser cada palabra en ellos, cada ceniza en ellos. Una cortina en casa de mi abuela, dejando pasar la luz por pequeños espacios. Alguna vez dormí en el sillón de su casa. Alguna vez desperté a media noche. La luz de la calle sólo podía invadir la sala por esos pequeños espacios.
Cada palabra debiera ser como ellos, abriendo una inmensidad a sus espaldas.

Y hay veces que la inmensidad nos aplasta contra el frente. Y sólo podemos marcar pequeños agujeros en él. Y seguimos sintiendo la inmensidad que quiere escapar al mundo. Aquella que desde dentro oprime cada víscera y expande el cuerpo. Esa misma que es contenida por aquella que oprime por detrás de las palabras ajenas, y oprime las vísceras desde fuera.

Todo se reduce al habla. Todo se reduce a la vida de las palabras. Y en medio quedamos nosotros. Condenados a soportar el lenguaje. Lo terrible que, cuando somos capaces de soportarlo, señalamos con la palabra que se consume por su ombligo. ‘Bello’ es la palabra, y bella es ‘la palabra’.

sábado, 16 de agosto de 2008

Ejercicio #2 (Tarde difusa)


Algo se anuncia en este nuevo atardecer...
¿Qué tardes son estas que aun bajo techo

me empapan con melancolía?
¿Qué manía esta, nueva, que me hace estar de pie,
o andar a pie y andar sin andar?
Tal vez , con suerte, esto es
como en el fango flotar...


Y si la fría y húmeda brisa consume mi indiferencia
hacia mis huesos;
sólo así los sentiré bajo mi carne
en su forma, su dureza,
como palabras de Manto
perdurando en el tiempo
que se anuncia como ocaso.

¿Qué vendría a tomar en las hojas,
en las hojas difusas la forma del engaño,

aquella misma del recuerdo extrañado?
Siendo siempre el viento lo que imprime
en el recuento del manto,
la directriz del sentido, cuando no hay nada calmo.

No es tan sólo el verde aleteo,
ni tan sólo la calma extraviada.
Son también los destellos que en el color se desatan.

¡Reine la ausencia de la claridad diaria!
Sin que esto asegure, la verdad de estas palabras.

sábado, 26 de julio de 2008

Ejercicio #1 (Lindo)

Piérdete en las sombras matinales
de una vida en epojé reencontrada.
Da la vuelta a la piedad arrastrada
y en el monte de Sísifo arrojada.

Muestra la falta de esfuerzo
que en la boca del río has transpirado,
deja que se burle de ti el reflejo,
en el escudo del vencido, aprisionado.

Piérdete en sensualidad adormecida
tomando la vida por la ausente lejanía,
rodando al hogar has de encontrarte tendida
en río de seda y nacientes pesadillas.

Y si un Manto sobre Piedra te desvía
que no sea éste el fin de tu partida.
ya se posará el ocaso entre seda y lejanía
y consumirá, tantos montes como Mantos, en la epojé de tus días.


(Siendo sincero debo decir, que este tipo de escritos no me gustan. Me son en especial molestas las referencias semisimuladas tanto a poesía como a mitología. Pero hoy así se me antojó escribir. ¿Por qué “ejercicio”? porque eso es, no es más que un ejercicio, de memoria y de escritura de ideas que se van perdiendo a lo largo del día. Tal vez sea mejor que se pierdan, pero es bueno de vez en cuando el ejercicio.)

viernes, 11 de julio de 2008


Que si sólo es tiempo lo que escurre por los vacíos del mundo, que si sólo luces lo que a ratos ilumina los rincones dentro de nuestros cráneos. Es difícil entender lo que ocurre en las afueras del hogar, las afueras del pensar. A ratos podemos demorarnos en un pequeño detalle, en un pequeño rincón oscuro de aquella exterioridad. De-morarnos, encontrar una morada en lo que nos parece ajeno. (Qué falta de palabras le provoca a uno pensar demasiado las cosas. ¿Dónde quedaría lo bello de aquellas pequeñas moradas infieles si todo lo pusiéramos en palabras adecuadas?) Ahora sólo puedo pensar en la violencia ejercida contra la pobre palabra ‘demorar’. Tantas limitantes suponen las palabras adecuadas.

Soñé ayer con visitas imposibles, con rostros distantes entre sí. Conocidos míos conviviendo con sus desconocidos conocidos míos. Me perdí reflexionando sobre las causas que llevaban a esos personajes a estar juntos. En fin, desperdicié la oportunidad de hablar con los que estando despierto no puedo hablar. Perdí la oportunidad de escuchar las voces de aquellos a quienes despierto no puedo escuchar. Y así, sin más, desperté con una versión más precisa de uno de los capítulos para mi tesis. Me levanté, serían las 5 de la mañana, escribí lo que pude e intenté dormir, regresar a la fiesta que en mis sueños estaba, pero ya no pude regresar. Ya sólo pude soñar con los temas de la dichosa tesis. Me sentía como Homero cuando tiene problemas de dinero y sueña que inventa algo, un objeto que lo hará rico. En su sueño, su invento no puede ser visto por él y cuando por fin lo verá despierta confesando sus problemas financieros. Lo terrible de sentirme así es que yo podía recordar claramente lo que en mis sueños sería el invento, el tema de mi tesis. Qué sueño más alejado de lo que debe ser un sueño.

Los sueños deben servir para otras cosas. No deben ser extensiones de lo que se hace despierto. Y así estoy últimamente, no puedo hablar de otra cosa que no sea filosofía. Que si Wittgenstein esto, que si Heidegger aquello, que si Hegel ahora parece gustarme, o por lo menos influir mis ideas, que si se equivocó el doctor Leyva en su interpretación del parágrafo 18 de Ser y Tiempo al compararlo con la filosofía analítica, que si “La figura” aparece en cada conversación. Que si todas estas cosas y muchas más.
Puedo pasar horas hablando apasionadamente de estos temas, saltando de uno a otro y creando puentes (que a veces siento ilusorios) entre ellos. Pero al final siempre termino con un vacío profundo e indeterminado.
Algo falta, algo en las pláticas no basta. Siento que me borro al recorrer estos temas. Hay una vida que sólo están viviendo las ideas y no yo. Y sí, me siento al borde de un punto de desvanecimiento.

Incluso ahora no me encuentro en las palabras. Hay algo en mí en lo que no me he podido demorar, de-morar. Hay un pequeño Yedra extranjero en mi que no encuentro, que tal vez no exista.

domingo, 6 de julio de 2008

Tormenta


Pide el monje que regrese la tormenta

Pide el monje que regrese la tormenta
Pide que le sea devuelta la calma ensordecedora
Los ruidos que se funden con el fluir del mundo
Pide el monje que se apague su sentir.

Pide el monje que regrese la tormenta
Que en el cielo la luz pierda su constancia
Que el rayo borre el andar de las luciérnagas
Que la naturaleza se consuma en un destello.

Pide el monje que regrese la tormenta
Pide la tormenta al monje que aguarde su muerte con paciencia.

-Kizuta Kizuna-

martes, 17 de junio de 2008

Espacios


Hay espacios que no deben ser tocados por más tentadores que sean. Espacios que están destinados a algo distinto de nosotros mismos. Laberintos en los que sólo cabe un Minotauro; o lo somos, o no entramos, o entramos dispuestos a matar al que ya está. Hay espacios por los que vale la pena correr el riesgo de ser asesinados, pero no en todos depende sólo de nosotros.

¿Por qué hablar de espacios? Como siempre, me quedo sin respuesta. Sólo es hablar por hablar, es decir: ‘es un día lindo’, ‘parece que lloverá’. Ese tipo de comentarios que nos salvan de silencios incómodos, aunque bien sabemos que no todos son así. Escribir para no dejar el espacio vacío, la página en blanco. Hablar de algo que siempre terminará dando la vuelta y llevándonos a nuestro propio comienzo.

Espacios no sólo son esos huecos en el mundo, son también recuerdos en una mente, sensaciones en un cuerpo, sentimientos en un alma. Nos podemos enfrentar a distintos espacios que no pueden, deben, o quieren, ser llenados con nosotros. ¿Luchar contra esas imposibilidades? A veces resulta divertido, a veces molesto, a veces inútil.

Ejemplos hay muchos, algunos ya “clásicos”: La madrastra se enfrenta a la sabiduría popular en ‘madre sólo hay una’. No es necesario dar muchos.

En fin, mis ganas de llenar un espacio se han terminado. Sólo me resta confesar que nuevamente estoy desapareciendo, estoy dejando de ocupar algunos espacios que ya había “conquistado”. Y aun así, no me quedan ganas de ocupar unos nuevos.


Ajá,,, es cierto, hay que aprovechar el espacio para anunciar el nuevo Blog, un proyecto que no sólo es mío, o por lo menos eso espero,,, je…


visiten pues: COPROFILyA

sábado, 24 de mayo de 2008

Que noche más tiste aquella en la que completamente desangrado soñé con mi propia sangre. Y a la mañana siguiente escuchar a los otros decir: ‘ella está enferma’, ‘ella me hace daño’, ‘ella me quiere dejar’… nada de esto me conmueve, no hay nada más triste que decir ‘soñé con ella’.

Con estas palabras comenzó mi día. Pero quedaron ahí en la pantalla esperando que las continuara.

Al final no encontré hoy qué decir. Las palabras parecen no ser suficientes para recorrer cada pensamiento que me invade. Que si el mundo es esto, que si la conciencia aquello. Nada de lo que me preocupa encuentra palabras claras que lo expliquen, así como no puedo yo expresar mi propia preocupación. Hoy tuve la oportunidad de recordar la fe que alguna vez tuve. Recuerdo la forma en la que me sentía cuando escuchaba las palabras que suponía enteramente impregnadas de verdad. Todo tan claro, todo con una meta, todo con sufrimiento asegurado respondiendo a la gloria prometida. Una misión, una lucha que le daba sentido a todo lo que pasa junto a nosotros y nos roza.
Aun sigue impresionándome la idea de que somos un mar de percepciones. La unidad de lo perdido, si no es que de la pérdida. La esperanza se reduce a continuar flotando entre los escombros de lo que es, seguir siendo el oleaje de la pérdida.

Recuerdo mis prédicas cotidianas. Una siempre dirigida hacia el espíritu santo, pidiendo saber, pidiendo siempre ser parte de la verdad. La segunda dirigida al corazón de Jesús, pidiendo la fuerza para guiarme por esa verdad. Es curioso que me haya sentido abandonado por el corazón y no por la verdad, siendo que ésta es la que nunca he alcanzado. Tal vez la fuerza que me faltó fue la que me hacía querer la verdad.

Perdí a Dios. El mundo ya no es ese camino que por su longitud ocultaba el destino al que llevaba. Tan sólo es ese oleaje sin rumbo que no encubre destino alguno. Así es mi mundo ahora. En él lo importante no es el amor o el odio, éstos siempre tomarán formas distintas… guerras y resistencias; lo importante es… eso que en cada caso somos nosotros mismos. El vivir. Flotar como lo hacen las notas sobre un piano, y como lo hace la música sobre éstas.

Durante el día me siento lleno de ganas de hablar, de poner en palabras todo lo que llega a rozarme. Pero al final de día pierdo la sensación del roce y me quedo con palabras huecas que quieren llenar cada espacio, pero que por su vacío me son odiosas.

viernes, 16 de mayo de 2008

Lemmy: Encarnación brutal de la cabronez!!



Y este es de cuando los duros se ponen suaves... pero yeah! Lemmy, Slash y Ozzy!!!! merol!!!!

Mostración

Me disculparán ustedes por compartir semejante tarugada, pero he andado de simple últimamente y, muy a mi pesar, no puedo dejar de cagarme de risa cada vez que recuerdo mi mensa ocurrencia sobre la ‘mostración del objeto’ en el contexto heideggeriano. Así es, cada vez que ahora me topo con la palabra ‘mostración’, no puedo evitar imaginarme un objeto mutando en un “mostro”… jajaja… pendejo, pero así es…

Por ahora cada vez que me encuentre con la palabra ‘mostración’ al leer Ser y Tiempo, vendrá a mi mente una imagen como esta:


Puede que aquel famoso Gregorio entienda mejor que yo la mostración…

viernes, 9 de mayo de 2008

El espectáculo


Hubo una noche en que los zapatos de mi mujer aparecieron al pie de la puerta del baño. De no haber estado ellos ahí hubiera podido seguirme de largo hasta la recámara principal y, así, hubiera podido al menos dormir esa noche. En lugar de eso miré sus zapatos.
El derecho yacía de frente a mi, ligeramente desviado hacia la izquierda, como aquella pose que toman los cráneos de las mujeres cuando se las ha descubierto mirándonos de reojo. En cambio, el izquierdo yacía con la suela mirando hacia el techo blanco.
El guinda del zapato derecho resaltaba con el golpe de la luz azul que entraba por la ventana del baño sin que la puerta de éste, que en ese momento se encontraba enteramente abierta, le impidiera llegar hasta el pasillo. Miré guinda, azul, y el amarrillo de una suela, todo sobre el rojo de la alfombra. Miré lo que me parecieron ser sombras y en realidad eran huellas de humedad que salían del baño en dirección hacia mi; me esquivaban como si el cuerpo que las dejó hubiera perdido la fuerza en las piernas teniendo que buscar apoyo en la pared verde que tenía a mi izquierda. Nuevamente la mancha húmeda en la pared parecía una sombra: el olvido del caracol que ya no está sobre la hierba.

Ahora todo lo siento distante. Colores, luces, el sonido de los golpes en el interior de mi pecho, el roce de mis propios zapatos sobre la roja alfombra. Pero en ese momento, todo pareció tan real. El pasillo parecía haber cobrado vida, ser el cuerpo vivo de la reencarnación de algún pequeño animal nocturno que nace para ser enseguida devorado por su madre.

Volví sobre mis pasos y sobre las huellas húmedas. A cada paso, poco a poco, dejé de percibir la vida del pasillo. Mi cuerpo llegó a la sala, pero a mi mirada la retrasaba la oscuridad en ella. Tan lento como llegué ahí, mis ojos se acostumbraron a la poca luz, permitiéndome descubrir la huella, húmeda y aún tibia, del cuerpo de mi mujer en el sillón: ¡me derrumbé! Abracé el cojín que guardaba la huella de su cabeza; aun húmeda, aún tibia, hundí mi nariz en ella hasta que sentí que la humedad del cojín aumentaba. Quedé a oscuras, mirando al piso con el cojín entre las manos.

La imagen del cuerpo desnudo sobre el sillón me rondaba la cabeza. Habría salido del baño, desnuda, mojada, tiritando por el frío, tropezando una vez. Su piel habría pasado de un brillo azulado a la completa oscuridad de la sala, sólo para rozarse después contra la tela del sillón; y, ahí, secarse. Cada parte de su cuerpo debió estrecharse contra el sillón, como si éste fuera el amante que solía visitarla en las mañanas. Podría haber besado y abrazado el mismo cojín que ahora yo tenía entre las manos; incluso pasó por mi mente que pudo haberlo colocado entre sus piernas para recostarse de lado.

Me es difícil admitir que el imaginarla excitada, ya fuera ante un cojín o un amante, me excitaba más que el estar sobre ella.

En ese momento supe lo que había pasado. Tan simple como que se encontraba con su amante en la regadera, salieron aun mojados del baño entre caricias, besos, y un pequeño traspié. Se dejaron caer en el sillón y concluyeron la intención de la visita. Él se vistió, despidió y salió del departamento mientras ella aún descansaba en el sillón.
Cuando ya estuvo seca, se puso de pie, y escuchó en ruido que hice al subir los últimos escalones. Caminó de nuevo hacia el baño, pasó frente a la puerta abierta, abrió la puerta del balcón, salió, cerró tras de sí la puerta y se arrojó sobre el barandal hasta golpear el piso.

Todo era claro ahora: eso es lo que había pasado. Ahora yo podía dormir tranquilo. Caminé con la intención de cerrar la puerta del baño, recoger los zapatos de mi amada mujer y tirarme en mi cama para dormir abrazándolos, sintiendo el guinda terciopelo contra mi pecho.

Llegué hasta la puerta del baño, me agaché para recoger los pequeños bultos de terciopelo guinda y, al incorporarme, miré un par de sucias botas sobre el blanco tapete del baño, y, sobre ellas, una oscura silueta detrás de la cortina de plástico.
Entré en mi cuarto, me quité la ropa y me acosté en la cama.
Ella me abrazó, besó, y deseó buenas noches. Abracé los zapatos y miré toda la noche hacia el vacío, imaginando a mi mujer: tirada sin vida en la banqueta, excitada sola en el sillón, cumpliendo las promesas hechas a su amante, abrazándome por la espalda en la cama, arrastrando mis botas y mi abrigo hasta el baño, montando un espectáculo sólo para mí…

…usando sus zapatos.

martes, 22 de abril de 2008

jueves, 17 de abril de 2008

Café 1930


Hoy pensé en postear un escrito que tenía guardado para el proyecto “Agüita de horchata”. Esto se me ocurrió por andar escuchando ‘Café 1930’ del gran Astor. Pero no quise recordar lo que me llevó a escribir sobre el café. Así que, en lugar de eso escribiré un pequeño incidente ocurrido el jueves pasado; justamente algo relacionado con esa gran pieza de Piazzolla.

El contexto: me encontraba un tanto afectado por las varias cervezas que me había tomado y un tanto emocionado por las que me seguiría tomando. La plática resbaló extrañamente de Wittgenstein hasta Beethoven, y de ahí hasta mi interminable pleito con los músicos. Brevemente el problema es el siguiente. Cada músico con el que platico acepta sin pensar mucho que la música es el lenguaje universal, después, mañosamente, les pregunto si cada espectador obtiene lo mismo que los demás de su experiencia. obviamente contestan con un rotundo ¡NO! Premisas más, premisas menos me llevan a afirmar que la música no es lenguaje. Y es justo ahí cuando brincan los músicos.

Este sujeto con el que conversaba tomo inmediatamente lo que tenía a su alcance para aventármelo en la cara cuando vio que lo que él decía era llevado de manera mañosa a una afirmación horrible: la música no es lenguaje. Lo que tenía a su alcance era ‘Café 1930’, y me preguntó que qué me imaginaba al escucharla. En mi estado no pude más que responder: un café con ambiente melancólico. Inmediatamente respondió muy propia y pedantemente con una sonrisa burlona: esa pieza la compuso en un burdel.

No seguiré aburriéndolos con los detalles de la plática, ahora los aburro con mis divagaciones posteriores a la horrible borrachera y a la no tan horrible cruda.

Cuando decimos que el arte (no sólo la música) es un lenguaje, no podemos seguir enfrascados en la, un tanto obsoleta, visión del lenguaje como un modo de representación de hechos. La vieja afirmación de los pioneros de la filosofía del lenguaje: ‘el lenguaje es el espejo del mundo’, o ‘los límites del mundo son los límites de mi lenguaje’ no nos sirven más (aunque esa segunda resulta sugerente para muchas más divagaciones). De seguir con estas ideas podríamos llegar a la afirmación que tanto ha molestado a los músicos que han tenido la desgracia de platicar conmigo.

Sí, Piazzolla compuso eso inspirado en un burdel, no en un café, que fue lo que se me ocurrió al escucharlo. Pero eso no significa que el mensaje de la obra fuera la descripción de un burdel, o la descripción de un café. Ese es el error, creer que lo que comunica la obra de arte es una descripción de una situación en el mundo. Si creemos eso, definitivamente tendremos que aceptar que cada espectador interpreta lo que quiere, o que cada uno recibe un mensaje distinto. Esto suena muy básico, pero me lleva a ver cosas que no tenía claras al momento de las pláticas.

Comentando esto con un compañero en un café, él asentía a lo que yo decía y en una de esas dijo: sí, no es una descripción del mundo lo que el arte comunica, son sentimientos. En ese momento me detuve y dije, ¡NO!
No supe bien que responder, pero estaba seguro de que no eran sentimientos lo que comunicaba una obra de arte, y lo sigo estando. La solución al problema de qué es lo que comunica el arte es complicada. Por ahora sólo puedo decir que estoy buscando la respuesta en la disolución de los elementos del lenguaje, hay que deshacernos de emisor, receptor, mensaje y otros más. No hay que unirlos. Simplemente no existen, y ¿por qué? Simplemente porque la experiencia estética es la pérdida del principio de individuación.

Lo que siguió a la plática de café fue Hegel y su doctrina de la esencia, que si mal no recuerdo es la conformación del sujeto en la escala hacia el absoluto. También siguió mi desacuerdo con dicha idea, esa escala no es hacia el espíritu, absoluto o como le quieran decir, es más bien el descender hacia la completa encarnación personal, es decir, la realización máxima del individuo, la aplicación más radical del principio de individuación.

De ahí la platica resbaló hasta las mujeres y de eso ya no puedo hablar. En parte porque no hay gran cosa que decir, en parte porque no entiendo el tema, en parte porque mis dos lectores son lectoras…

Pero bueno, encontré algo por ahí...

Perdiendo su encanto la mujer amada, pierde su encanto el mundo. Ya no existe en mí el vacío reservado a esa mujer pero, al desaparecer éste, se ha creado un nuevo vacío, uno aun más tortuoso.

-Charles Macdowell-

lunes, 14 de abril de 2008

Slipping in velvet with “You're the one that I want”.

Asesinado por el fin de semana,,, pero, aun así, “Puñeteramente feliz”....

martes, 8 de abril de 2008

Calor, noche, mujeres.


El calor la hacía acostarse con la ventana abierta. Los mosquitos la hacían acostarse con la cortina cerrada. Llevaba varios días sin poder dormir, odiaba desde pequeña esos pequeños detalles que en verano se convierten en grandes molestias.

No hay nada como dormir abrazando las cobijas para cubrirse del frío con este calor no puede una abrazar algo el calor extenderse en la cama sin nada que cubra el cuerpo y si alguien entra por la ventana el calor los moscos no pueden entrar pero ya hay por lo menos dos adentro y si alguien entra yo estaré aquí totalmente desnuda sin protección alguna con las cobijas una puede fingir que está acompañada por lo menos puedo no sentirme desnuda el calor no otra vez menos podré dormir así y ahora grita no es suficiente con la bomba y los gritos de una hay que comenzar a gritar para evitar los gritos por lo menos no habría que pegarle quién puede tratar así a alguien el calor estoy desnuda y la ventana abierta y si alguien entra es mucho exponerse pero qué se le va a hacer no se puede dormir sin abrazar algo las cobijas la almohada si no una se siente sola siempre estoy sola pero hay que evitar sentirlo mucho o muy seguido con los brazos abiertos no se siente el calor pero y a quién abrazo qué abrazo para dormir es necesario abrazar algo o hacerse bolita para abrazarse uno mismo pero con este calor…

La bomba de agua se activó de repente a mitad de la calurosa noche. Ese fuerte sonido de la vieja bomba del edificio de departamentos no pudo pasar desapercibido para aquellos inquilinos que sufren de sueño ligero. La pequeña se despertó asustada, sudada. Entre las sombras no pudo encontrar a su madre que fumaba sentada junto a la ventana. El llanto de la niña siguió al sonido de la bomba como queriendo reforzar la malsana intención de ésta, como queriendo completar la tarea de aquella: despertar a los pobres inquilinos que sufren de sueño ligero.

Dónde estás mama mamita el ruido qué pasa el calor no veo en la ventana hay alguien mamá quién está dónde está mamá tengo miedo qué pasó que me calle por qué me grita ahora yo la quiero no puedo dormir que me duerma sí es lo que quiero huele raro no-puedo-ya-sueño-mamá-ventana-agua cae ya me duermo…

Afuera todo era silencio. Desde la ventana de su departamento podía ver hacia abajo las casas de los vecinos. Por ahí una luz prendida. Una lámpara mata insectos colgaba sobre una ventana iluminando las cortinas con un color morado, por momentos azul cuando el humo del cigarro pasaba ante sus ojos. Detrás de la lámpara y por entre las delgadas cortinas, podía verse en el interior del cuarto a una mujer desnuda rodar de un extremo al otro de su cama. Extendía los brazos, se tapaba la cabeza con la almohada y tiraba manotazos bruscos de vez en cuando. Era un bello espectáculo para la mirada cansada que junto a la ventana fumaba.

Quién será ella bendito calor no sólo me salva de gastar el poco gas que queda en el tanque sino que hace que esa tipa se revuelque en su cama desnuda no la reconozco es de esas que no compran en la recaudería prefiere ir al super el super antes ya no con las tarugadas que hace una se terminan los lujillos el super el calor bendito calor malditos moscos que el cigarro espanta los moscos sí claro mis piernas parecen fresas malditos moscos de veras que está chula la muchacha senos jóvenes antes ya no con las tarugadas que hace una a esa edad antes ya no bendito calor y esa tonta sigue espantando moscos se ve que su lamparita no sirve para un carajo los moscos chingá la puta bomba ya valió madres ahora qué chingados es la bomba cállate niña que despiertas a todo el edificio y si no se calla esa vieja de la puerta va a estar jodiendo mañana y ahora por qué no se calla que ya no pasa nada mamita sí ahora sí ni con la nalgada se calla bueno ya no puede despertar a nadie ya despertó a todos sí duerme mejor los niños se duermen rápido si se les da una buena nalgada pero qué chistoso hacen cuando tratan de calmar sus chillidos respiran bien cortado ya por fin al fin antes ya no con las tarugadas que hace una pero no como esa chamaca sigue dando jiros de veras que está chula bendito calor bendita lámpara ya todo callado otra vez esta niña antes ya no quién me viera con una hija con una hija si lo que quiero es meterme por esa ventana y divertirme un rato con esa chamaca de veras que está chula la muchacha…

La bomba se detuvo, pero el agua seguía cayendo en los tinacos del viejo edificio de departamentos. El sonido calmó a la niña, relajó a todos los que despertaron por su llanto, hizo que la joven desnuda se olvidara por un momento del calor y los mosquitos, sólo así consiguió dormir, ignorar esos pequeños detalles que en verano se vuelven grandes molestias. El sonido del agua cayendo llevó a la mujer de la ventana a encender otro cigarro mientras miraba a la joven desnuda, mientras dejaba resbalar su mano izquierda desde sus cabellos, rozando su cuello, seno y cintura, hasta perderse entre sus piernas. Asomarse, perderse, asomarse, perderse, asomarse, perderse, asomarse…


(Nota para Sofía criticona: Sí, la ausencia de signos de puntuación es intencional.)

domingo, 6 de abril de 2008

Desobedeciendo

“No escriba poemas de amor, apártese primero de esas formas que son demasiado corrientes y habituales: son las más difíciles…”
-Rilke-

Quiero encontrar un poema que te haya encontrado,
Para así sentir que eres mía cuando te amo,
Para así sentir tu ausencia cuando te extraño.

Arrancarte furioso del libro cuando te odio,
Levantarte tiernamente del piso cuando recuerdo tu llanto,
Escribir entre tus líneas cuando todos los oídos del mundo se han cerrado.

Quiero que estés en un poema que yo haya encontrado,
Para así llevarte conmigo siempre que me sienta solo,
Para así tener a alguien que guarde las lágrimas que derramo.

Escuchar el crujir de tu cuerpo cuando todo el mundo ha callado,
Sentir con mis manos tus letras en la oscuridad de mi cuarto,
Tenerte, cuidarte, extraviarte, olvidarte, encontrarte, maltratarte…

Sé que así nos tratamos todos, como poemas sobre hojas de papel,
Cosa que es buena explicación para la muerte y la vejez.
Por eso te quiero así, en un papel, al cual puedo permitirme hasta prenderle fuego.

… . ...... ..... . Marzo, 2005.

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sip, esos chavitos escriben pura tarugada… bueno, no estaba tan chavito… jaja.. fue apenas hace tres años… justo estaba guardado junto a mi certificado de prepa, que por cierto, pronto necesitaré… yeah! A empezar de nuevo!

jueves, 3 de abril de 2008

Recordando a ‘H’ sin poder hacerlo bien.


A veces las largas pláticas sólo me llevan a sentirme abandonado.
Me recuerdan que por las noches no quiero dormir, sólo espero encontrar aquello que llene los vacíos de mi vida.
Me recuerdan que por las mañanas no quiero despertar, por ser esto sólo el cobrar conciencia de aquellos vacíos y lidiar con ellos.

Y así, el prolongar la llegada del sueño, y el prolongar la llegada de la vigilia, sólo tienen en común el cansancio… el dolor del contraste: sueños hermosos ahuyentan la luz del amanecer; realidades desesperantes ahuyentan la luz plateada.

Y este maldito calor no hace más que hacer insoportable tanto el dormir como el estar despierto. Eso, y atraer un montón de moscos…

Alguien decía que había dos disposiciones de ánimo paradigmáticas:
el aburrimiento nos descubría la totalidad del mundo; la angustia, la nada. Pero hay un estado intermedio igualmente paradigmático: la desesperación.

¿Qué nos descubre éste?
Tan sólo la totalidad vacía que es el mundo….

...Ah! Sí:
y a un pobre diablo que la contempla.