domingo, 25 de septiembre de 2011

Se sentía extraño escribir las primeras líneas que comenzaran por decir algo… no era tan importante lo que se dijera; nunca fue importante el resultado. Es cierto que uno esperaba que lo que se dijera fuera bueno, cierto, que gustara. Pero las primeras líneas nunca obedecían a esas cuestiones. Se trataba tan sólo de escribir. Cualquier cosa podía ser buena: un sueño, una frase recogida de algún libro o plática, un color, sonido, cualquier cosa podía ser buena para comenzar… y sin embrago no cualquiera servía. Las primeras líneas determinaban la fluidez del texto entero; y todo sin que lo que dijeran fuera importante.

Y nunca supe cómo es que aparecían esas líneas. Ahora todo lo que escribo comienza por el sentido del texto, por aquello que quiero llegar a decir; pero no por el mero decir.

Hay veces que no me reconozco.